jueves, 30 de abril de 2009

Video para variar (no sean malos y mírenlo en HQ)



Qué bonitos los domingos en la mañana, cuando te levantas para ir a la iglesia y aprovechas la mañana en vez de quedarte durmiendo en tu habitación hasta las 12 m, y darte cuenta cuando te levantas, que ya nomás te queda medio día por delante y a eso réstale el tiempo que te toma hacer tus tareas, las cuales ya sabemos que no las empezarás hasta las 2 de la madrugada, porque así dejas las cosas para el final y empezarás el lunes de nuevo a las 12 m puesto que es un círculo vicioso. Condenadas tareas, pero cuando no son las tareas, son otras cosas, y al final, antes de darte cuenta ya te has comprado un búho y en tu casa rajan de ti por dormilón.

Qué injusta es la vida con los noctámbulos, nadie (nos) los comprende, haraganes, duérmanse temprano, pero qué rico es acostarse a las 2 am y dormir hasta las 12; pero qué saludable te sientes cuando madrugas a las 9 am, eso sí, a que te sientes saludable.

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martes, 28 de abril de 2009

Meditaciones de un deprimido, queriendo morir, mientras le escribe a la muerte.

Yo no diría que estoy muerto. No, nada que ver. Más bien diría que agotado, me rendí, y estoy esperando a que la muerte venga, solita al fin. La mala noticia es que ya vino y yo no estaba. Sí. Salía a buscarla, muchas veces, y nos cruzábamos. Cúantos problemas le causé. Recuerdo que me dijo: con lo caro del pasaje que me gasto para venir, Caronte no te cobrará una sola moneda eh. Pobre muerte, ¡casi se muere del susto!, el tiempo pasaba y yo, que debía morir, se le escapaba sin querer. Pero la culpa no era mía, muerte, era tuya, sí, tuya, ¿quién va a ver con tremenda capuchaza en la cabeza?, y tú que ni siquiera quieres sacar la cara, ¡sácala nomás!, nadie reirá, ya varios usan mascarillas, desde lo de México, aunque aquí todavía no llegue.

Como decía, salí a buscarte a donde se me ocurrió que estarías. No, no creas que te esperé en la avenida 2 de mayo; aunque siempre regresas a ese cruce y provocas accidentes, yo no te esperé ahí. Cuando pasaba sí, miraba un ratito y me iba, me paraba al borde de la carretera y rezaba para que algún tráiler se volteara ridículamente, aplastándome, sí, ridículamente, ¿te imaginas? Yo caminando por el borde y zas, de la nada un tráiler se vuelca. No hubiera parecido un suicidio, ni homicidio, como los tuyos que sí parecen accidentes, no, mi familia no se enteraría. Pero no, nada pasó, como ya sabes, tú estabas aún en camino mientras yo recién salía. Para cuando llegaste a mi casa, yo ya estaba probando suerte en el Cultural. Llegué y corrí hacia el ascensor, feliz de verlo tan lleno, pensando que el peso nos haría caer a todos y que las retinas se nos quedarían arriba. Feliz. Pero me botaron. ¡El maldito ascensor no cierra cuando hay más de trece personas! Me fui, desconsolado. ¡Se me agotaban las ideas! Quería suicidarme y ser declarado inocente, aquí y allá, (o abajo). No me quedaba otra opción que visitar a Carmelita y hacer que me provocara un paro, con las lindas taquicardias que me produce al verla. Sonríe, y el corazón me duele. Se peina, y éste se agita. ¡Camina!, y yo siento que se para...¡Hey!, no pienses mal. Lo que pasa es que mi corazón es muy débil con ella, por eso me dejó, se preocupa por mí. Pero tampoco estaba en su casa. No pude más. La muerte se había burlado de mí, y yo de ella, sin saber.

Así pasaron días enteros. La muerte venía, yo salía, ella gastaba, y yo lloraba, desconsolados. (A la muerte no le permiten llorar). Y tanto era el ir y venir, que la muerte no encontró otra solución, que dejarme una nota. Sí. Una nota. Quién lo pensaría, hasta ese momento yo ni sabía que ella podía escribir, pensaba que venía y zas, te daba con su guadaña. Pero no, escribia, y bien. "Oye papito, qué tanto haces que nunca te encuentro, ¡y yo que pensaba que la depresión ya estaba en su punto!, no te me hagas el vivo, que la muerte no tiene solución. Mañana vengo, espérame". ¡Listo! Al fin nos encontraríamos, ni loco me movería de mi casa. Si tan sólo hubiera sabido que hacía delivery...en fin, tenía que asegurarme de hacer lo correcto, haría lo que nota decía.

Cuando llegó el día, y desde que desperté, me tomé rapidito mi diazepam, uno, dos, tres, todos los del frasco, para parecer bien muerto, o no vivo, como en tu nota decía. De ahi, yo no supe qué paso, hasta que me lo contaste. ¡Cómo pudiste pensar que ya me habías matado! Que lo parecía, ya sé, que con eso todos mueren, también. ¡Pero cómo pudiste creer que tenías alzheimer! Regresaste a tu cloaca y me tachaste en tu libro, asustada, ajustando más la mascarilla en tu rostro. Ay, maldita hipocondriaca. Cuando me viste de nuevo despertar, pensaste que tenías alucinaciones. Y cuando te convencí, al fin, que aún vivía, sólo me dijiste: "Ya no estás en el libro, para mí estas muerto". ¿Qué? ¿Ahora me venías con que no sabías escribir un nombre? Vamos pues, muerte, no te me hagas la viva, que no te sale. ¡Ven a verme!

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lunes, 27 de abril de 2009

Diario de la chica de las zapatillas converse (el archivo completo pulula por la red):

23 de abril (obvio que de 2009)

Querido notebook:

La otra vez un virus se metió en mi PC y un amigo me dijo que no había remedio para mi estupidez. Felizmente para el disco duro, sí. Nos arruinó toda la mañana a mí y a don Clarinete (me encanta hacerlo rabiar así, él se eriza todito y grita: “¡¡¡Oboe!!!!!!”). Estuvo, mi amigo, metido en mi habitación probando códigos y cosas, se trajo un estuche lleno de discos con softwares y sistemas operativos. “Windows es bullshit” me comentó. “Es lo que hay”, le respondí. “No”, contestó, y a continuación se puso a hablarme de Linux y de Mac os, y me enseñó su polo con un pingüino muy lindo y su billetera con un dibujo de una manzana. Normalmente le diría, sí, sí, y me iría a la sala o a cocinar (que se me da muy bien cuando me estreso), pero como tenía la esperanza de que no me cobrara nada, me quedé. Además de que me parecía que, de haberlo dejado solo, ahora mismo me faltaría ropa interior.

Mi novio daba vueltas, oliendo como siempre huele desde que nos conocimos. Me estaba estresando con sus miraditas al reloj y sus gruñidos. Cuando las cosas no salen como las planea se irrita mucho, y yo al principio pude lidiar con eso, fácilmente: haciendo que todo salga como planeó. Es una persona tan meticulosa y justo por eso a veces tiene sus ratos tan desesperadamente desesperados y a pesar de que yo soy tan mona y tan tranquila incluso a veces él me desespera con tanta desesperación… ay, casi me enredo.

Cuando ya no aguantaba más, el pobre pegaba un grito: “Lucy, ¡esto se arregla fácil con una formateada! No sé por qué se tarda tanto”. Y yo le respondía: “Don Oboe, ése método es muy bestia. Yo quiero conservar todos mis documentos. Piense en mi diario, lo tengo allí. Toda mi vida escrita desde los quince ¿Acaso no le importa que se pierdan mis recuerdos de lo que soy?” Me puse dramática. Pero también era cierto, y él estaba siendo muy desconsiderado conmigo. Sabe bien que sufro de la memoria y casi no puedo recordar muchos años de mi vida, a las justas y tengo unas pocas imágenes mentales. Capítulos de mi existencia, enteros, están en ese diario. Los releo seguido para no olvidarme de lo que he vivido, pero aún así hay veces en que las imágenes no me vienen, no puedo recordar tampoco las sensaciones que pasé en aquellos momentos. Es desesperante, hay pasajes enteros que se me hacen completamente ajenos, como si fueran una novela escrita por otra persona. Por suerte sigo recordando la mayor parte de cosas.






Bueno, pero allí estaba yo, pobrecita, llorando a mil pupilas (buena, Vallejo), porque también me había dado la ruler, y tal. Don Clarinete se estaba disculpando un poco, pero yo ya lo sentía como un completo, insensible y barbudo extraño. Seguía teniendo su gracia, la misma que le vi la primera vez que nos vimos, en la perfumería. Era tan mono, pero a veces tan simio, tan gorila, que no sabía qué andaba haciendo con él.

Al final mi amigo friki me avisó que ya había acabo con las reparaciones, pero no se movió de mi habitación y miraba todos mis objetos y prendas personales con ojos de perrito emocionado. “Ni hablar”, me dije. “A éste yo no le regalo mi ropa interior”. Al final captó el mensaje y me dijo: “Reparado. Además de veinte mil virus, tenías también unos cuantos troyanos. Lo cual quiere decir que ahora mismo los archivos de tu diario deben estar dando vueltas por la red”. “No me importa”, le contesté. “¿Cuánto te debo?”, pregunta por compromiso. “Qué dices, no me debes nada, pero sólo porque se trata de ti, mi Lucy in the sky”.

Me llama así por una canción de los Beatles que yo no conocía, pero que desde que la oí, me fascina, y él también, en parte, me fascina cuando me llama así: su Lucy in the sky. De todas formas, eso no vale una prenda ropa interior.

Salimos de la habitación, eran ya como las 2 de la tarde y en resumen el día de picnic se había ido a la basura. Sentado en el sofá don Clarinete miraba a mi amigo con cara de perro rabioso. Todos estuvimos callados por unos segundos, hasta que mi amigo soltó un: “¿Y que hay de comer?”. “Rodrigo, pero si tú vives al frente”, le gritó mi novio. Creo que captó la indirecta, su rostro se desinfló un poco, se despidió y se fue.

Luego de comernos lo del picnic en la mesa de la cocina, él me dio un beso y se marchó. Yo me pasé el resto de la tarde mirando películas.

Pregunta del día: ¿Por qué las cosas ya no son como antes?

Lucy



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sábado, 25 de abril de 2009

Abstract



Desde que vi esta escena, supe que debía fotografiarla, una necesidad infinita se apoderó de mí. Sin embargo, a pesar de que me gustaba y atraía seriamente, y moría por el contraste de colores, no le pude dar significado al instante, tuvieron que pasar días para que alguna idea me convenciera. Yéndome a Chimbote, encerrado en el ómnibus, pude pensar con tranquilidad. Era obvio. Para mí, esta pequeña escena, significa "La soledad y la espera". Cada vez que miro a la silla me transmite soledad, y cada vez que miro a las sandalias me parece que estuviesen esperando a alguien, y cuando miro al conjunto, los dos objetos forman uno solo, como si representaran distintos y simultáneos sentimientos de una misma persona.
Pero para ustedes, porque sé que no pensamos igual, esta fotografía, ¿qué representa?

Recomendación: no amplien la foto, invade la pantalla y no se puede apreciar en conjunto.

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viernes, 24 de abril de 2009

El tipo del oboe, última parte de una carta que escribió para la chica converse del apartamento de enfrente, pero que llegó a mi puerta por error


...sin embargo, contigo, de apático ya no me quedaba mucho, así que cogí un poco del dinero que tengo guardado para emergencias y salí volando a las calles del centro de la ciudad porque, la verdad, no sabía dónde quedan las perfumerías. Al final, más o menos, por Ronde de Paix encontré una perfumería que parecía moderna o vanguardista, ya me entiendes. Los anaqueles eran de cristal y los frascos tenían las formas más complicadas y post renacentistas que uno se pueda imaginar. Encima los perfumes llevaban todos nombres tan extraños, cosas como: Touchè, oxeS, Boss, Mami; y también con los nombres de los inventores: Hugo, Dior, Paquito Gavilán, etc. Y para colmo habia muchos de esos espejos donde si te miras, te ves guapo. Sin embargo yo igual estaba bien perdido así que le pedí consejo a una señorita que estaba de espaldas. “Disculpe, no sé qué perfume comprarme”. Ella volteó, la vi, y me puse verde. Verde, no rojo. Te pones rojo cuando te sofocas y te da vergüenza, pero verde te pones cuando ya más bien quieres vomitar.
Eras tú, eras tú eras tú… eras tú… (esto último me hace recordar a ese fantástico poema que dice: A rose is a rose is a rose is a rose…). Pero nada más me saludaste amablemente dentro de tu papel de vendedora de perfumes. Yo traté de mantener la calma pero cuando te quería hablar solo me salían balbuceos y tú ponías cara de What the fuck? No sé de dónde saqué las fuerzas, pero al final me pude comunicar y te indiqué que quería un perfume, así, “uno para machos y que huela rico, para que las chicas no se imaginen que soy profesor de oboe”. Te mataste de la risa, y eso me quitó los nervios, aunque aún tenía la cara verde, creo. Lo demás fue relativamente fácil. Al parecer, cuando me fijé en el precio, también te hice gracia con lo de: “Creo que tendré que almorzar cereales del capitán Cornflake el resto del mes”, quizás porque recién era primero.
Volví a casa cargado con tres frascos de perfumes que me costaron un ojo de la cara. A partir de ahora nunca más pasaría desapercibido.
Bueno, no sé. Al final ya se fue el sol y ha empezado a llover. No te dije lo que quería decirte, y no te escribo más por miedo de haberte aburrido y de que ni siquiera hayas llegado a la mitad de la carta. No me malentiendas, no quiero decir que eres una lectora floja, sino que es comprensible que te hayas aburrido, si hasta me aburro a mí mismo. En fin. Ya te mandaré otra carta diciéndote lo que de verdad te quería decir.

xxxxxx *
PD: No me sé tu e-mail, así que te envío esta carta por el correo, a la antigua. Suerte que la segunda vez que nos topamos te seguí un par de calles hasta tu edificio y me fijé también en el número de tu departamento. Pero por favor: No pienses que soy un acosador.


*Nota del transcriptor: No revelaré su nombre porque prefiero que lo llamen el tipo del oboe.

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jueves, 23 de abril de 2009

Un poco más de cultura xD.

Aburrido, "salí a las calles" y empecé a preguntar a la gente sobre el libro que están leyendo o han leído últimamente. He aquí el audio de la "seriesísima" entrevista.










Agradecimientos a Panchito =P xD.

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martes, 21 de abril de 2009

El tipo del oboe, primera parte de una carta...

...que escribió para la chica converse del apartamento de enfrente, pero que llegó a mi puerta por error. Transcribo del original aquí corrigiendo algunas faltas:

Barcelona, 20 de enero de 2009

Tengo que salir, pero primero quiero escribirte esto, y punto. Ya luego voy. Hola. No sé cómo empezar, nunca le he escrito a una extraña, aunque nosotros no lo somos, no tanto. Primero, no sé si te habrás dado cuenta, seguro que sí. La casualidad (que ya parece que no lo fuera) nos pega una y otra vez, no de hacernos daño, de momento no, pero quién sabe. La semana pasada, por ejemplo, saliendo del súper, te encontré en la cola, estabas a una persona delante. Entonces desataste mis monólogos interiores y empecé un debate infinito sobre si acercarme a hablarte. No quería que pensaras que soy un acosador, y como tampoco soy muy guapo, pues por ese lado no me ayudo. Al final, como sabrás, no hice nada, y no porque mi discusión interna llegara a alguna parte, sino porque ya te habías ido cuando volví los ojos al exterior. Era como la cuarta vez que te veía en alguna parte, y las veces anteriores ya me había parecido difícil volver a encontrarte, así que entonces me dije: Ya está, ya fue. Nunca más.

Regresé a mi vida de siempre, de la cual no te daré muchos detalles, pero soy músico. La de siempre, y es que cuando apareces, cambio de vida, me dan ganas de componer, sólo ganas, porque ya sé muy bien que no soy de ese tipo de músicos. Yo sólo toco lo que me dan. Eso pensaba, soy tan creativo como una cuchara, era una mañana cuando me pasaba por la cabeza. Llevaba tres días sin bañarme y la barba un poquito crecida, volvía de un ensayo para una presentación de canto lírico. Sí, música clásica, porque toco el oboe por si te pensabas que le doy a la guitarra. Lamento decepcionarte y, si no lo sabes, no te describo cómo es exactamente un oboe porque me aburro hasta a mí mismo. Pero es lo que tengo, lo que aprendí. Toco en una orquesta y también doy clases. Sí, doy clases, perpetuo un instrumento demasiado aburrido.
Ay, como te decía, volviendo de dar una clase a domicilio te volví a cruzar. Casi corro a esconderme. Es que yo estaba hecho un asco y tú tan pulcra y recontra princesa, como de anime japonés, porque eres delgada y tus ojos son un toquecito rasgados . Suerte que no me viste porque pasabas volando en un taxi, y yo seré un poco miope, pero cuando se trata de verte, ya te imaginarás, hasta te saco fotografías mentales de 6 megapíxeles.
De todas formas no me perdoné el haber estado con ese aspecto tan deplorable, y por esos días ya me imaginaba que, esto de encontrarnos con frecuencia, dejaba de ser casualidad para volverse, más bien, destino. Así que esa tarde me bañé, bien enjabonado en todas mis partes, me afeité y abrí el cajón de las lociones y desodorantes para pasarme un poco por el cuerpo. Pero ya ves, hacía años que se me acabaron los frasquitos de perfume, y no los renové por cuestiones de apatía.


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domingo, 19 de abril de 2009

Suerte de Noctámbulo

Las ojeras ya no se notaban mucho, había dormido lo suficiente como para recuperar la vitalidad de sus ojos; el cuerpo era otra cosa, el cuerpo terminaba molido a palos cada vez que despertaba. Soñar, soñar, qué haría él si no soñara, si de pronto su cerebro se diera cuenta que su cuerpo siempre permanecía quieto, y no necesitaba todas sus calorías. Cerebro tonto. Sin embargo, a pesar de todo, se iba sonriendo (reír era mucho, no podía), qué cosas, que imaginativo su cerebro, o confuso, o chiflado. Sonreía. Y maldecía. Ya no supo qué mas sentir, cuando se sentó en el asiento marrón y en la mesita redonda jaspeada, y la chica amablemente le alcanzó dos cuadernos.

- Señor, se olvidó su cuaderno la vez pasada. Está completo, incluso las hojas sueltas.

No respondió de inmediato. Se habían leído su cuaderno enterito, lo juraba, estaba seguro. Se habían burlado de él y no en su delante. Todos sus escritos habían pasado de mano en mano, y ahora yacían ultrajados en las suyas, cochinos y tristes. Torpe, cómo había regresado a ese lugar. Cómo se sentó en la misma mesa de siempre...cómo, ¡maldito animal de costumbres!

- Je, gracias...-contestó-. Pensé que lo había perdido. Es un alivio.
- Me imagino, perder toda su obra -susurró ella-. Muy buena, por cierto.

Y se retiró livianita, en sus patines de cuatro ruedas. Su cuaderno verde moría a un costado de la mesa. No le quedó mas que leer la carta, sin saber para qué, si eran los mismos cafés de siempre. Levantó la mano y enseguida le trajeron su capuccino y su empanada de avena, retiraron la carta y lo dejaron solo, como si fuera parte del trato, o si el lugar ofreciera un trato especial a escritores. En fin, tomó nerviosísimo, se quemó nerviosísimo, y terminó. Terminó y no quiso levantarse. Cómo quería arrastrarse por el suelo, poder desaparecer con un parpadeo, ser teletransportado por el Dr. Manhattan, no le importaba el vómito o la luz azul. Pero no habían tales cosas, sólo él y los miles de ojos de señoritas sonrientes y bufonas, detrás de falsas intenciones.
Se paró. Se paró y se hizo el silencio, las carcajadas estallaron en su mente, como ecos que avecinaban el futuro. Silencio. Prácticamente corrió a la salida.

- ¡Señor! -un grito en la nada, y encima femenino.

Se volteó, jadeante.

- La cuenta, señor. Aún no ha pagado.

¡¡Dios!! Regresó rápidamente, se disculpó, dejó mil propinas, y salió asintiendo a los comensales...

- ¡Señor!

Ahh...gritó mentalmente, ¡quéeeee!

- ¿Sí? -contuvo la ira- ¿Qué pasa?
- Su cuaderno marrón. Se le cayó...

Miró a donde la señorita le indicaba. Un pequeño cuaderno marrón, tirado en el suelo, pedía auxilio. Se lo imaginaba. Escuchaba su voz interior. ¡No dejes que me lean!..., pequeñas voces suplicaban, se achicaba el espacio, los alrededores se borraban.
Salió despavorido del café, con los cuadernos bajo el brazo. En el camino, más calmado ya, y cuando la casa de doña Luchita era visible, leyó el título, "Manual para entender a las mujeres". Se echó a reír. Algo productivo había salido de tanto sufrimiento mental. Abrió su pobre pasta y contempló...Vacío. Se mató de la risa. Entendía la broma. Había que llenarlo primero, y ponerle el nombre de la mujer al inicio. Jaja, se imaginó. Jaja. ¡Que Florcita se merecía veinte volúmenes!

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miércoles, 15 de abril de 2009

La chica converse I (...?)

Au, au… achú. Au, au, se había resbalado en un charco. En invierno sus converse hechas para el sol le entumecían los pies. Alzando la vista, mejor, le dieron muchas ganas de maldecir. Pobrecita ella, y eso que no era linda, pero tenía su gracia. Ya me hubiera gustado a mí contar una historia sobre ella, escribirla. Era dulce, no sé; por si interesa. Me imagino que tenía un novio por alguna parte, pero que de todas formas en aquel momento eso no la hacía feliz. No, y en especial con la lluvia, no. Aunque en algún sitio y desde un balcón aquí nada más, doblando la esquina; podría haber estado un muchacho feliz de la vida y feliz de que esté lloviendo. Y justo por debajo, pasando ella sin enterarse y él tampoco, y aunque así fuera qué más da. No cruzarían palabra, nunca, nunca de los jamases, por más buenos amigos que hubieran podido ser, ojo, aunque eso no me queda claro. Lo que sí es que talvez casi fueron vecinos. En fin. Ella vivía sola, no, mejor con su novio; y trabajaba de dependienta en una tienda de perfumes (o sea que siempre olía rico). Entonces ya sé, salía de trabajar aquella noche cuando le cogió la lluvia, pero ella ya venía con su paraguas. Camino a casa recordó que ya no tenían fideos y pasó por un súper, aunque casi no entra porque recordemos que antes de todo se cayó. Quedó con una pierna estirada y la otra en flexión, como una bailarina en el piso, además de que ya llevaba su tutú de ballet. Cuando terminó de ver estrellitas allstar, creo que furiosa, entro al súper y cogió los fideos más baratos, pagó y se largó. Lástima que se olvidara de abrir el paraguas antes de salir, porque una brisa sopló mientras lo hacía y se le volteó todo, el viento lo arrastró por el suelo y un automóvil le pasó por encima. Maldijo en inglés porque le parecía bien nice y bajando la cabeza vio sus red converse empapadas y casi como si tuviera rayos x, vio la gripe subir desde sus tobillos a lo largo de todo su cuerpo hasta embotarse en su nariz: ¡Achú!

Sí, creo que esto último fue lo primero de lo que me enteré cuando intenté contar sobre ella. Y me imagino además que en algún departamento de por ahí, su novio se termina una caja de cereales del capitán Cornflake o algo así, mira la tele y juguetea aburrido con sus pantuflas de conejo, pensando en las muchísimas ganas que tiene de comer fideos... mmm... fideos.

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lunes, 13 de abril de 2009

La culpa es del alzheimer. Pregúntale al botón.


Bajé del micro despacio, porque el pantalón se me caía. Sí, me había puesto el pantalón que le falta el botón, y para colmo, sin correa, ¡ah! Lo peor fue cuando me sacaron al frente, a la pizarra en clase, pero mejor olvidar. No pasó nada.
Bajé del micro y noté que éste no continuaba su paso, por algo se había detenido. Volteé a los pocos pasos, inquieto, imposible no mirar. Una señora de estatura promedio, de años ya avanzados, cabellera canosa y espalda curva bajaba también, mucho más despacio claro, y con muchos más bultos: un saco a la espalda, una bolsa de paja, y otra de plástico. Yo sólo llevaba mi libro con la mano izquierda, y el pantalón con la derecha...mm...tendría que ayudarla, si seguía mi camino.
Crucé la pista para asegurarme, y no ofrecerme a cargar tanto por una dirección que no era la mía. La señora hizo lo mismo, y yo reduje el paso, mirando de reojo cómo se acercaba, y mirando de vez en cuando con giros rápidos sobre mi hombro. Estaba cerca. Estaba a mi costado. Aquí venía. Venía.

- Buenas tardes señora -sonreí.
- Buenas joven -sonrió.
- ¿Le ayudo, señora? -pregunté, devolviéndole la sonrisa, mientras a ella aún le duraba la anterior.
- NO. GRACIAS -y aceleró el paso, muy seria.

- Pobre -me dije-. No sabe que aún queda gente buena en este mundo...aunque no se puede confiar en todos, claro...pero éste sería un ejemplo de que sí se puede confiar, en un muchacho alto, cabello y barba negros, moreno, grueso...ella tenía la ventaja...¡cómo se me olvidó! Era que le muestre mi pantalón sin botón y explicarle que así no podría correr, o sí, pero mejor no.

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sábado, 11 de abril de 2009

THE... Watchmen

Hace unos días acabé el mejor comic que he leído en toda mi vida: Watchmen. Lo cual no es mucho decir puesto que comic-comic no he leído tanto, digo, no puedo mucho incluir las tiras de Mafalda o las revistas de Condorito, las aventuras del pato Donald, o (de mis favoritos) las tiras de el enano erótico que sacaban en El Popular.


Comic-comic, a lo DC o Marvel, hay dos en mi haber: The Amazing Spiderman, una saga de 6 números que me regaló Wingerr, y Watchmen que, dicho sea de paso, otra vez fue Wingerr quien me empujó.

El comic en cuestión es una obra escrita por Alan Moore (una especie de gandalf venido a menos), y dibujada Dave Gibbons. A los dos no los conozco de nada, salvo al primero que salió en un capítulo de Los Simpsons.

Mmm… al cándido que quiera y aún no lo haya leído, le recomiendo hacerlo pero de un tirón. Serán más de 400 páginas, pero ojo que la mayoría son dibujitos, salvo una que otra parrafada que se introduce al final de cada capítulo para sazonar la historia.
De esta forma es que, creo, uno podrá dispararse el contenido del comic directamente en el cerebro y zambullirse de lleno en sus pasajes sórdidos y deprimentes, en los personajes profundos, en las alegorías y paralelismos con la sociedad actual.

Ya si lo leíste de noche, talvez no te puedas quitar esa viñeta magistral que es un primer plano al rostro aterrorizado de Rorschach. De repente en las madrugada, capaz te preguntes: ¿cómo es que un pitufo gigante puede estremecerme con tanto existencialismo? O quizá un día te veas tentado a justificar ese tu lado más cruel, en un intento por volverte espejo del hombre, tal como decidió el comediante... Quién sabe, o talvez te dé por navegar en la única historia que se narra de todo el intrigante conjunto de Relatos de la Fragata negra.

Y luego, al final, segurísimo; deberás tomar un bando. Responder a la pregunta que nadie más responderá por ti... ¡Ay!, Rorschach.


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miércoles, 8 de abril de 2009

Manual para olvidar, escrito por "anónimo", el mismo que escribió "El Mio Cid"

Quizás no les anime leer un manual escrito por el mismísimo autor del Mio Cid, pero déjenme decirles que tiene más obras, como Ollantay, o el Lazarillo de Tormes....o....mejor no sigo, ya, que se me corren. Lo que sí es cierto, y ahí si se convencerán, es que se los recomiendo, pues he visto los resultados y, ya verán, luego se matarán de risa si lo leen atentamente.
Lo encontré un día vagando por la calle, cuando mi perro se detuvo a marcar su territorio y yo tuve que hacer de la vista gorda, como quien no sabe qué hace ese perro parado orinando en la pared de la vecina, fijé la vista en el suelo y ahí estaba, un pequeño librito, marrón, que resumiré a continuación.
Y como dice, aquí le va:

Manual para olvidar - 6 pasos (hacia adelante, y sin mirar atrás) para seguir parado (y no derrumbarse).

Anónimo.


- Guarda todo recuerdo: el llavero que te regaló, su fotografía tamaño carné, su sortija de madera que le robaste, la lámpara de vidrio; y mételos en una caja, que sea hermosa, eso sí, de madera barnizada, y escóndela bien, muy bien, que la caja vale la pena.
- Elimina su número telefónico de tu celular, para vencer las ganas de contactarla, y si, puede suceder, te lo sabes de memoria, jamás te pongas crédito (excepto en navidad y en su cumpleaños).
- Mantén tu cabeza llena de comics, series, animes o alguna novela infantil y ligera, da igual, para que los recuerdos y experiencias no broten repentinamente. Recomendación: Saltéate algunas frases de los libros, los autores suelen ser muy metiches en la vida universal de las personas.
- No pases mirando a su facultad, tratando de verla entre la muchedumbre, sabes que la sientes, aún sin verla. Escoge otro camino, y olvida esa frase que dice "Todos los caminos llevan a Roma", porque el camino que tomes puede que sea el más largo y ya ves, te da tiempo para no verla tan rápido.
- Llénate de fantasías en la cabeza, cosas sobrenaturales, personajes de ficción (ojo la relación con el paso nº 3, por eso es importante leer antes de acostarte), para que en tus sueños no aparezca más. No se garantiza la desaparición de esta persona en las pesadillas, la ficción podría darle un toque creativo a tu muerte emocional.
- No involucres a otra persona. Mejor involúcrate a ti mismo. Disfrútate. La soledad no es tan mala, ya ves, te da tiempo para escribir esto.
-
...................

Al parecer iban a ser 7 pasos, pero algo pasó con el autor, en todo caso ustedes pueden ayudar, aunque quizás ya esté muerto, ¡eso!, déjenme agregar el séptimo:

- Muere, y asegúrate de hacer las cosas bien en la próxima vida.

Fin.

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lunes, 6 de abril de 2009

Novela ilustrada III, sobre la venganza del hombre escafandra... (spoiler) que al final fue venganza del dragón (/spoiler)

Sucedió que pasaron muchos años y los chinos se reproducían demasiado rápido, de forma que el dragón, cuando se los comía, a lo mucho funcionaba como un poderoso y terrible control de natalidad, pero sólo eso. Así que, cansado de asolar a la hermosa Beijing y a sus provincias, el gusano decidió poner en práctica su viejo dicho: “Si no puedes comértelos a todos, cógelos de esclavos”. O algo así.

El bicho se embarcó en la empresa de reclutar un ejército, entonces se le ocurrió ir a buscar marineros fuertes y fieros en las costas del este. Lo malo que cuando llegó, no encontró más que barcos huyendo en el horizonte. Para lo que les valió. Con su poderosa y larga cola devolvió todos los barcos a las orillas e hizo salir a los marineros. Quiso la fortuna que entre esos hombres de mar estuviese un legendario marinero gringo, llamado Steven McIntosh. Ágil y valiente buceador que se quedó escondido en el mar, librándose así de ser reclutado para el ejército del bicho. Cuando todos se hubieron ido, ya que el tipo no tenía un duro, se quedó a vivir en esa playa como un solitario hombre de mar, en espera de la venganza.


El gusano, por su parte, consolidó por fin su ejército y proclamó un régimen autoritario en el país. Se autonombró presidente de la república China (no le iban las monarquías) y empezó con sus asquerosas maniobras en el país, precedido siempre por su ejército de despiadados. El miserable desarrolló la industria, firmó tratados de libre comercio y sistematizó la producción de alimentos para que nadie se muriera de hambre, y esas cosas.

Aún así el gusano iba bajo en las encuestas porque nadie le avisó que tenía que hacerse con un asesor de imagen.


Los mercenarios del bicho tenían carta blanca para golpear y saquear. Mantenían a los ciudadanos en un temor constante, día y noche. Marineros crueles, se habían convertido algo así como Mozos de Escuadra antiestudiantes, de esos que pegan duro. Esgrimían poderosas espadas ninjas y vestían cotas de malla intraspasable, hechas con escamas que el mismo dragón se quitó para vestirlos.

Fue un día en que el gusano se encontró fuera del país. Los mercenarios habían asaltado una panadería en una ciudad costeña y salieron repartiendo palos a diestra y siniestra. La hija del panadero que (como es costumbre), estaba de rechupete; escapó de los abusivos y su malicia, escondiéndose entre unos matorrales cerca de la playa. El cansancio, o la estupidez, la hicieron perder el sentido y vagó entre las altas plantas hasta que dio con una casita frente al mar. Allí descubrió al viejo y legendario Steven McIntosh y le pidió que por favor se cargara a todos los malhechores, dragón incluido. El Steven McIntosh, luego de pensárselo, sentado frente al fuego y fumando de su vieja pipa, le dijo: “Oki doki”. Tomó su viejo traje escafandra, cargó con su ballesta enorme que disparaba arpones, y se fue a Beijing.


Llegó al palacio del dragón.


Al encuentro le salieron decenas de marineros malvados que otrora fueran sus compañeros de viaje. “¿Qué vienes a hacer aquí?”, le preguntaron, a lo cual el gran Steven, se puso su escafandra y empezó a disparar arpones a quien le caiga. Era hombre de pocas palabras.


De un ballestazo se ensartaba tres enemigos al hilo. No había nadie que le pudiera oponer resistencia. Rápidamente, sacaba nuevos arpones de su cárjac y disparaba con destreza élfica. Total que, antes de poder decir Beijing olimpiadas del 2008, ya se había cargado a todos los enemigos. Un par aún quedaban en pie y (para que no digan que no sabía pelear) a estos les dio vuelta a puño limpio en el rostro. Toma, toma, toma, toma; les rompió el tabique. Ya luego, para que no sufran, también les metió un arponazo.


Sabemos como son los castillos chinos.

O sea, ni bien atraviesas el súper portón de la entrada, te encuentras con que no hay ascensor y para ver al rey, te tienes que soplar los veinte mil escalones que hay que subir para llegar al palacio (estilo kun fu panda). Bueno, así había ido nuestro héroe gringo, subiendo escalones y matando enemigos, hasta que por fin subió el último escalón. En la cima dio con un patio, así, bien oriental, con bonsáis, piletas de roca, tías practicando caligrafía china, plantitas de bambú y uno que otro Koala colgado de alguna rama. De pronto, nuestro héroe norteamericano, ante tanta sabiduría, meditación y boludeces, se sintió más gringo que nunca y descargó arponazos contra todo lo que le pareciera mínimamente oriental. A lo bestia.


En alguna parte del mundo, el sexto sentido del Dragón serpiente de cola larga, saltó pitando como una alarma roja en su cabeza.

Diez minutos después, de vuelta en su palacio, el dragón se planto, poderoso y superior, en frente del buen Steven McIntosh, y le dijo: “Ya fuistesss (con tilde en la última s)”. Tuvieron la típica charla de enemigos antes de reventarse las castañas. El dragón le dijo algo así como: “No me matarás”. El buen Steven, por su parte, siempre parco en palabras, se dispuso a contestar con arponazos, como era su costumbre.

Alzó con una mano su enorme ballesta y con la otra buscó a tientas un arpón en su carjac.

¡Oh, sorpresa!

Ya no le quedaban municiones.

El señor McIntosh se quedó de piedra. Dijo mentalmente: “En serio que ya fui”, y también dijo: “Cuento hasta tres y fugo de aquí como bala”, “1…”, “2…”, “y tres”.

Pero el dragón le metió tremendo colazo que lo mandó volando de vuelta a los United States of America. Pero en pedacitos.

Fin de nuestro héroe, el gran hombre escafandra. Gringo descartable.



El dragón se quedó riendo, bien rastrero y satisfecho. Le habían destruido el jardincito oriental, claro, pero al final se había vengado. Le habían dado vuelta a sus mercenarios, pero le importaba poco. Podía saborear en su lengua viperina el sabor de la venganza. Estaba erguido en medio de la noche, con sus colmillos, con su hocico largo y milenario, sus bigotes de hace cien años y sus cejas también. Los ojos rojos, el pelaje de la cara medio verduzco y duro, y ya su cuerpo de serpiente todo blindado con sus escamas pardas a excepción de una porción pequeña, casi imperceptible a la altura del corazón (mira qué oportuno, un flechazo allí, y se lo bajan).

Entonces como si alguien me hubiera leído el pensamiento, tres flechas silbaron en un instante, rompieron el silencio y se colaron, a traición y sin pedir permiso, en la parte desnuda del gusano asqueroso y vengativo. ¡Scrash!, las puntas afiladas se le hundieron en la carne hiriéndolo de muerte.

Como sucede siempre que un enemigo queda herido fatalmente, nunca se muere al instante, ojo. Siempre la herida le deja unos dos minutos más de vida, como dándole tiempo de conocer a su asesino y de pronunciar sus últimas palabras.

-Pues, bueno, no tengo mucho que decir -dijo el dragón, abriendo bien los ojos, atento a que su victimario saliera de su escondite. Pero nadie aparecía.

Ya más o menos había pasado minuto y medio, el dragón aplazaba su muerte y el arquero que no aparecía.

Entonces de entre las sombras, disfrazado de koala, salió un hombrecillo menudo, de ojos rasgados. Saboreaba también la venganza. Era el hijo del último de los arqueros de la dinastía Shanxi. Parecía que su viejo no fue oñoñoy después de todo.

Lo que pasó fue que su madre lo escondió para que el pequeño no sufriera el destino de su estirpe, o sea, que lo tuvieran en una torre de cuidador de dragones.

Pero ahora que había matado al dragón y salió, todo feliz, a anunciar su victoria, el pueblo lo reconoció como el heredero de la dinastía Shanxi, e hicieron una gran fiesta para celebrar el fin de aquella dictadura en que los tuvo el gusano. Y llenaron al joven arquero de recompensas variadas y deliciosas. Muy contento estuvo el muchacho. “Al final no fue tan malo revelar mi identidad”, pensaba. Entonces ellos le dijeron: “Ahora, joven valiente, la mayor de las honras. Volveremos a construir una torre, sobre la tumba del dragón, y te pondremos en ella como eterno guardián de su espíritu, ¿a que mola?”


Fin.


Y esa fue mi primera novela publicada. No sé qué le vio la gente, pero qué bueno que lo haya visto. Traducida a más de veinte idiomas, best seller en varios países. Terminé recontra forrado. La promoción me llevó a viajar por todo el mundo menos la China, claro, donde tengo prohibida la entrada hasta el 2050.


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