No les he contado, pero hace más de un mes que trabajo en Osiptel. Salgo a la calle, informo a la gente, y trato de resolver alguno que otro problema. Eso es gratificante, generalmente. Pero cuando vas a un pueblo alejado (Santiago de Chuco), y la persona a quien ayudaste es un hombre de mirada persistente, y demasiado interesado en tu persona, la cosa cambia.
Al final del día nos fuimos a otro lugar a pasar la noche (idea promovida por mí desde el primer momento), para alivio mío, alivio que terminó yéndose cuando Steyfer (una amiga) me contó que le había dicho al tipo que nos íbamos a Cachicadán. Por suerte, nunca se apareció. Aunque aún, cuando lo recuerdo mirándome insistentemente, me vuelvo a sentir acosado.