Subo al micro y me siento por la mitad, a lado de una chica bonita. No, a lado de dos chicas bonitas, la que está para el otro lado del pasadizo también lo es , sin duda, ¡qué pestañas! Cabello negro lacio, tez blanca bronceada, ojotes negros que te comen...Caracho, qué difícil es mirar de reojo. Duele. Mejor me detengo. Fijo la mirada al frente. Todos los asientos están ocupados, sólo la chica bonita no va acompañada. Ya ya, dejo de mirar.
El micro se detiene en el Óvalo Larco y suben dos señoras, una detrás de la otra, tanteándose por si el micro acelera, por si el piso lleno de petróleo les hace resbalar. De pronto me percato del olor. Huácala, petróleo. Una de las señoras se dirige al asiento vacío, a lado de la chica bonita, y ella le permite pasar, la señora se sienta, y de nuevo la chica bonita se acomoda, linda. De pronto sus ojotes-que-te-comen choca con la otra señora, y se da cuenta que no tiene fuerzas para sostenerse, que es de avanzada edad, y le cede el asiento. La señora de los rulos canosos y la bolsa marrón toma asiento, y la chica bonita permanece de pie junto a mí. ¡Rayos! Ella de pie y yo sentadazo. Era que reaccione más rápido, ¡distraído de miércoles! ¿Distraído? Bien que has visto todo con tus ojos perdidos...¡Qué mas da! Empiezo a ponerme de pie mientras le lanzo una mirada a la chica bonita, con toda mi caballería, ya me veo a través de mis ojos expresivos, quedando como galán, "Te cedo mi asiento, dama hermosa". Ella me mira extrañada, sorprendida, con un atizbo de burla en los ojos y caigo en la cuenta. ¡Atrás de mi asiento no hay nadie! ¡Diez asientos libres! La chica bonita no logra contener una sonrisa torcida. ¡¡Dios!! Ambos permanecemos de pie junto a mi asiento vacío y yo no sé qué hacer. Miro a mi alrededor y veo en el cobrador una mirada burlona. El chofer me mira por el espejo retrovisor y se ríe. Agarro mi celular desesperado. Marco el primer número que se me viene a la mente.
- Hola...qué haces? -digo, y no escucho la respuesta-. Ya casi estoy por llegar a la u -no sé qué me responden-. Sí...eh...nada-resoplo-. Ya casi llego, chau.
Bajo del micro simulando calma, mientras mis músculos se tensan y se relajan, se tensan y se relajan. Diría que tiemblo. Al arrancar el micro de nuevo, miro a la chica por última vez, por suerte no se fija en mí. Cruzo la avenida y entro a la Universidad. Una vez adentro hago lo mismo de siempre: le cuento a alguien y me burlo de mí mismo. Maldita manía.
4 comentarios:
jaja taaan concentrado en la chica de los ojotes que te comen, q no viste toda la escena por completo xD
pero creo q a cualquiera le puede pasar, pero al parecer luego estuviste bieeen nerviosín u.u ...(y q mieedooo con todo lo q pasa en tu cabezaaa =P jaja)
Cuidateeeeeeee, Erwing de los ojazos q inspeccionan (aaaah, q cómica ¬¬) jaja
hay q ver qué acosador tan inútil eres xD
Mas bien diríamos que...¡por acosador te pasan estas cosas!...jaja. Me volví a reír y recordé cuando me lo contaste, jeje.
jajajajajajajajajajajaa.... y los jajaja pueden seguir jajajajajaja
Bueno, ya se sabe que la belleza a veces nos hace perder la cabeza!
KRN
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