Terminó de trapear el cuarto y se sentó a ver el piso relucir. Por zonas podía ver la imperfección de su trabajo, las marcas de sus zapatos marrones pegadas a la luz-reflejo del suelo. Si no fuera por la lumbre blanca del foco, ahora estaría en penumbra. Lima era una ciudad opaca, donde los días soleados se apuntan con alegría en el calendario, y las horas son sólo un recuerdo aciago de que el día está por morir. Por fin se había acostumbrado a su nueva vida, vivir lejos del Trujillo que lo vio crecer y que guarda en sus calles, sombras, plazas, el registro de sus amores y penas. Estaba en otra ciudad que se abría paulatinamente a su mirada, aventurándose hasta donde el dinero le alcanzaba.
Sentado en la cama, sobre la manta de su enamorada, se sintió completo. De pronto, sintió miedo, pero se aferró tiernamente a la idea de que era feliz y no importó nada más.
Había aprendido a vivir el presente en una ciudad donde no tenía recuerdos.
1 comentarios:
bien ahí. sé feliz. y vuelve así, y trata de no cambiarlo.
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