En "Las ruinas circulares" se nos narra la
historia de un hombre que tiene por misión crear a otro hombre y traerlo a la
realidad. Esta misión es calificada por Borges como sobrenatural, fuera de lo
normal, y eso se explica porque este hombre pretende ir más allá de lo que los
demás hombres (los labradores) podrían realizar. El personaje principal se
presenta como una especie de hombre diferente, que se atribuye a sí mismo la
facultad de la divinidad: el de interpolar ideas a la realidad[1].
En este cuento se plantea el idealismo no
para proyectar objetos a la realidad, sino para algo más ambicioso, el
proyectar sujetos, es por eso que el proceso se hace más arduo y difícil, el
personaje principal tiene que no sólo crear sus formas sino también su
espíritu, lo cual no logra sino mediante la intervención de un dios[2]. El proceso mental que
Borges utiliza, por ser más poético y maleable, es el sueño[3].
Al final del cuento, uno descubre que el
personaje principal también era la creación de otro hombre, o era la proyección
del sueño de otro hombre, y sólo existía en tanto éste estuviera soñando
(pensando) con él, aunándose una vez más a la doctrina idealista: los objetos
(sujetos en este caso) existen en tanto son percibidos (o soñados).
“Con alivio, con humillación, con
terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”
(Borges
69).
[1]
“El propósito que lo guiaba no era
imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con
integridad minuciosa e imponerlo a la realidad” (Borges
62).
[2]
“Comprendió que el empeño de modelar la
materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo
que puede acometer un varón…” (Borges 64).
“Ese múltiple dios le reveló que su
nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le
habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma
soñado…” (Borges 66).
[3]
“Temió que su hijo meditara en ese
privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro.
No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre…” (Borges
68)
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