En el marco de Festival Iberoamericano de Cine Digital, me aventuré a visionar un largometraje venezolano, que a decir de la sinopsis era una mezcla de documental y ficción. Paradoja motivadora. El film retrata cómo viven las personas con alguna discapacidad, en específico, cómo es la vida de Miriam Torres, sordociega desde los siete años de edad. Si algo con lo que juega el documental es con los recuerdos vagos de una niñez efímera llena de color. No sólo recuerdos de imágenes y colores, sino también de sonidos. Y es ahí de donde sale el título del film, entre susurros, porque Miriam sueña constantemente con su madre, se sueña como niña, cuando podía ver y escuchar. Sueños en el que siempre trata de alcanzar a su madre, reflejo de esos recuerdos preciados que los años y la memoria de niña están dejando ir.
Miriam es mayor, y al parecer vive sola. Sabe leer en distintos códigos, y sus familiares saben comunicarse con ella a través del tacto. Sabe moverse dentro de su casa, y sabe andar por la ciudad. Le gusta leer y escribir. Va al cine con un familiar, quien le cuenta a través del tacto lo que va pasando en la pantalla. Pero principalmente, parece feliz, excepto por su insatisfecho deseo de recordar siquiera el olor de su madre.
La fotografía es exquisita, mostrando planos en blanco y negro, y otras tomas llenas de color y contrastes. El narrador es la misma Miriam, quien sí sabe hablar; y los diálogos, mitad señas mitad palabras, son correctos.
Este film se trata de un documental impactante de una realidad insospechada, o al menos que la mayoría jamás se preocupa por imaginar.