lunes, 25 de octubre de 2010

Claire


Claire despertó bruscamente, con una punzada de frío tras aquel primer grito. Pero fue al segundo que creyó que era real. Alguien llamaba a través de la reja, golpeaba desesperadamente los fierros oxidados que día a día se juntaban con la arena del suelo. Cuando llegó sudada a la puerta de entrada, creyendo que Fermín había enviado a alguien a esas horas de la noche, pensó que sólo de lo peor se podía tratar. Si no le hubiera resultado extraño el hombre que la miraba a través de los vidrios inexistentes, inmediatamente hubiera salido corriendo tras él.

- Sí, diga –dijo con toda la determinación que pudo. “Muéstrate valiente”.
- Estoy con fiebre, y aún estoy a medio camino de a donde voy…

Incluso en la oscuridad, el hombre no podía disimular su malestar. Tenía sudor en la frente, y se apretaba las muñecas una y otra vez. Aun así, sonreía al hablar.

- Tiene mucha fuerza para tener fiebre. Casi me quedo sin alma a causa de sus golpes.
- Siempre he sido muy fuerte –sonrió el hombre-. Pero me temo que para el amanecer alguien me encontraría tirado al pie de un árbol, devorado por lobos.
- Le duelen las muñecas –era lo que más le inquietaba. “Quizás llevaba esposas”.
- Sufro de los huesos y con este frío… -la miró cauteloso, leyendo en sus ojos el motivo de su miedo-. ¡¡Usted cree que soy un criminal y que me he escapado!! –exclamó divertido-. No, no, mi lady, mire usted mi piel, si me doliera a causa de esposas mi piel seguiría al rojo vivo. Yo sólo tengo fiebre –y acercó la frente entre la reja-. Usted quiere pruebas, tóqueme.

Claire posó su mano, y descubrió no sólo que el hombre ardía en llamas, sino que llevaba buen tiempo sin poder asearse. Aunque no lo mencionó.

- Mis costumbres me obligan a auxiliarle, espero que usted sepa valorar eso –dijo de memoria la fórmula antigua, aunque sabía muy bien que era inservible-. Entre.

Le abrió la reja y el hombre se deslizó, suave y débil, volviéndose a cada paso que daba, más pálido de lo que ya era.
Cuando terminó de prepararle un sitio cerca al fuego, le preguntó si necesitaba algo más.

- Quisiera bañarme.
- Está con fiebre, no es lo mejor.
- Es curioso que recuerde la fórmula antigua y se haya olvidado de todo lo demás. El agua fría nos calma un poco.
- ¿Qué fórmula antigua? – “Dios, ¡¿qué he hecho?!”
El hombre sonrió y prosiguió.
- Necesito bañarme, usted comprenderá – y con su mirada lo dijo todo. Esa mirada ámbar tan deliciosa, se tornaba color rojo sangre ante sus ojos, con tanta facilidad como se expande el vino derramado sobre el mantel.

La muchacha profirió un grito y cayó de rodillas, con la cabeza sumisa en dirección al suelo, vigilando los pies del hombre, rezando para que no se moviera.
El hombre soltó una risotada, tan grotesca y despiadada, que Claire pensó en un instante que se desvanecía. “Tiene que funcionar”.

- Me sorprendes… –el hombre comenzó a andar en círculos alrededor de ella, que seguía arrodillada y con la cabeza gacha-. Primero la fórmula antigua, y ahora el círculo de protección del sumiso. ¿Cómo sabes todo eso? –preguntó divertido.
- Por favor vete…
- No puedo…estoy intrigado. ¿No entiendes? Conocimientos tan valiosos, ¿cómo llegaron a ti?
- También desciendo de vampiros.

El hombre se detuvo en seco.

- Pero no eres vampira –la acusó.
- No.
- ¿Cómo es posible?
- Haz el amor con una mortal y tu hija lo hará posible.
- ¡¡Está prohibido!! –gritó escandalizado.
- Como está prohibido matar a alguien que te recibe con la fórmula antigua, como está prohibido romper el círculo del sumiso –respondió gimiendo-…Pero dime…si es así, ¿por qué sigo temblando? –empezó a llorar.

Una chispa de luz aclaró el tono rojo sangre de sus ojos:

- Porque toda regla puede ser rota, y cualquier vampiro puede ser maldito…

Claire no dijo nada. No tenía más armas, “sólo la esperanza de todo ser mortal”.

- Siempre quise ser maldito –dijo riéndose.

Lo último que supo Claire fue que el fuego se apagó y su cuerpo cayó sobre el suelo, mientras su mente luchaba por no perderse. “Prefiero morir”.

La oscuridad reinó.

Cuando despertó, seguía tirada sobre el suelo de madera, ya había amanecido y el vampiro se había ido con la noche. No la había tocado. Sus vestidos estaban intactos. La había dormido. La había asustado y se había retirado. No podía odiarlo, no le había hecho daño. Cuando salió a la puerta, ésta seguía cerrada con llave. “No fue un sueño. Desperté en el piso”. Buscó alguna señal, algún indicio, una huella. Pero el vampiro había borrado sus pasos con la misma sutileza con la que entró. “La única huella que dejan es la de su mordida”, recordó las palabras de su madre, e instintivamente se tocó el cuello. Nada. ¡Nada! Salió corriendo de felicidad, hacia la acequia que pasaba por detrás de su casa, y se arrodilló para lavarse la cara. Casi cae de bruces al agua. Un dolor intenso le cruzó la entrepierna. Desesperada se tiró al agua y se desnudó echada, como pudo, casi inmovilizada por el dolor. Primero tanteó con sus dedos su zona íntima y sintió algo tibio que le brotaba. “Sangre”… “me penetró…”.

Cuando acercó la mirada a sus partes descubrió que era algo peor. Dos orificios rojos sobresalían de su monte de Venus.

“Éste es mi último día como mortal”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

jaja seguia siendo virgen.... vaya lugarcito que escogio el vampiro para morder!!

el gato con antifaz dijo...

jaja qué pendeivis el vampiro ¬¬

por siaca ésta es una serie de entradas que hará el blog con temática halloweenera XD

Unknown dijo...

jajaja q locooo!!
pucha, pa remate no recuerda exactamente cómo llegó a esa parte xD

Anónimo dijo...

pobre vampiro no es tan bueno como para ser recordado

Wingerr dijo...

Mi primer escrito fantástico, espero que sepan perdonar los defectos, pero me divertí mucho escribiéndolo.

Gracias por leer =)

 
Template by: Abdul Munir