lunes, 28 de noviembre de 2011

La canción-test de Clarita

Clarita solía dar largos paseos por el Eixample barcelonés, particularmente en las tardes más frías y soleadas de diciembre, que era cuando las piernas se le entumecían y los pasos le salían tiesos y patosos, que era como le gustaba caminar.

Escondía el cuello debajo de una bufanda atigrada y, con las manos resguardadas en los bolsillos de la gruesa chaqueta marrón, se paseaba mirando los balcones de los edificios, los diseños de sus ventanas y algunas senyeras; aunque siempre agazapada en su mundo interior, un ático bien adornado con melodías y órdagos enredados en las vigas del techo, aunque abstracto, amoblado con un par de oscuros baúles, un catre enclenque sepultado bajo numerosas mantas tejidas y una ventana amplia que da a un cosmos negro e infinito, con su alféizar y su macetita de gardenia a punto de despeñarse.

Pensamientos tristes, tristes, y luego alegres, alegres. El ático cambiaba de iluminación con una rapidez impresionante, como el día y la noche acelerados en treinta segundos. Clarita padecía de un temperamento bipolar, pero uno de verdad, molesto e inoportuno, no como cuando alguien te suelta de broma: «Oye, hoy me siento muy bipolar, jaja». Imbécil.


-¿Qué te estás estudiando, caramelito? –le pregunta el trotador que, corriendo su sitio, la pesca bien instalada en una banca hermosa que hay en el paso de peatones de la Gran Vía.

-A bichos raros como tú, ¿por qué?

Si algo le activa la bipolaridad a Clarita es que la aborde un palurdo todo sudado y con los auriculares del ipod chillando una música hedionda.

Intercambian sonoros insultos y finalmente el afanador se aleja con el ego reducido y las piernas inusualmente rendidas.



Clarita lee Súper Pop; tiene la mirada fija en una fotografía de Edward, el vampiro, todo blanquiñoso y ceñudo, sacando morrito en plan ¿Quién podría estar más rico que yo? A su lado, la hermosa Bella se aferra con fuerza a su pecho, como si una jauría de hombres lobo los tuviera rodeados. Atrás, por último, se aprecia un bosque de altos y misteriosos pinos, cuyas afiladas cimas parecen querer pinchar a una redonda y enorme luna, que domina un cielo particularmente claro.

La joven, bipolarísima:

-Pero qué tal subnormal, ¿cómo es posible que las adolescentes caigan rendidas ante semejante mongoloide?

-Pero míralo, Clara, mujer… Tú y yo sabemos muy bien que adentro de esa boquita tuya se está gestando la esencia de una salivita simbólica.

-Ay, eso es porque me olvidé el bocadillo, y tan solo con recordarlo…

-Mentira, nena. Yo sé muy bien lo que se cuece allí dentro de ti, en lo más hondo. Yo sé que…

Pero llegó Habichuela.

Un chico flaco y con el pelo negro, aplastado debajo de un gorro andino tejido con lana gris, uno de cuyas largas orejeras colgaban unas bolas de felpa que le conferían un aire tan inofensivo que rallaba en lo absurdo.

Clarita le echó un vistazo apartando apenas los ojos de su revista. El lado accesible de su bipolaridad había ganado la partida, así que, momentáneamente, al muchacho nadie lo mandaría a la mierda sin despeinarse.

-Amiga, disculpa ¿sabes dónde queda plaza universidad?

Llevaba en las manos una caja no muy grande envuelta con papel de regalo rojo, un lazo y una tarjetita.

-No –mintió ella-, ven aquí, chico. Siéntate.

Desplazo su mochila de la banca para hacer un poco de espacio. El chico se encogió de hombros de una manera tan disimulada que nadie podría haberlo notado, acto seguido, se instaló al lado de la joven.

-¿Te gusta la buena música? –preguntó la muchacha, sacando su iphone 4 y unos auriculares blancos de diadema, de alta resolución.

-Hombre, como el que menos.

-A ver, escucha esta canción y dime qué tal… ¿cómo te llamas?

-Habichuela.

-Vale, Habichuela, toma.

El joven se las arregló para montarse los auriculares en los oídos sin tener que sacarse el gorro andino que tan perfectamente le iba a su look. La realidad era que tenía el cabello sin pasar por agua un buen puñado de días, básicamente por el frío y la ausencia de gas en casa.

Adentro de sus oídos un bajo y un teclado setentero empezaron a dar botes armónicos contra sus paredes acústicas. Al rato, se sumó la voz de un hombre y luego la de una mujer, cantando juntos y llenándolo todo con una sensación tibia que aunque entraba por sus oídos, bajaba hasta acumularse en su pecho como una enorme flor de largos pétalos.

Habichuela miró a la chica y vio que era linda, así, solamente linda, utilizando deliberadamente esa palabra tan corta y manida; pero la sazonó un poco:

-¿Sabes? Eres críticamente linda.

Clarita echó una sonrisa muda. Se llevó un dedo índice hasta una oreja y le dio toquesitos repetidos, como quien dice: «Escucha, primero, luego hablas tus huevadas».

You are the sunshine of my life,
That’s why I’ll always be around.

-Ésta no es la versión de estudio –comentó Habichuela, sin dejar de menear la cabeza al son de la melodía.

-Obviamente –contestó la chica-, es de su concierto en el Rainbow Theatre.

-¡Qué crack! -Habichuela parpadeó y empezó verla con ojos renovados.

-Deberías conocer mi ático, está todo lleno de vinilos de Stevie.

I feel like this is the beginning,
Though I've loved you for a million years.

Habichuela se quitó por fin los auriculares y volvió al sonido de la avenida, principalmente dominada por el ruido de los coches y las motocicletas que atravesaban la Gran Vía. De fondo, las voces de los barceloninos, en familia, preparando las compras navideñas o paseando entre los puestos de churros.
Al final, le devolvió los auriculares a la joven. Por allí ensayó una sonrisa.

-¿Vives en un ático?

-Mmm... es difícil de explicar –le dijo Clarita, menos bipolar que siempre.- Quiero hablar de Stevie...

-Fantástico.

-...y de las probabilidades de que conocieras mi canción-test.

¡Clic!, sonó, en alguna parte, un enorme candado abriéndose al contacto de una llave precisa y minúscula.

Antes de contestar, Habichuela recordó vagamente, como con el rabillo de su mente, que tenía una cita en el Starbucks de plaza Universidad. Vagamente, alguien que lo esperaba amontonando bolsitas de azúcar, tamborileando los dedos sobre una mesa. Vagamente, la sombra de un rostro, el eco de una voz y la innegable relación de aquello con la caja envuelta en papel de regalo, reposando a su lado, a un movimiento de vista.
Y, por último, vagamente, el evoco de algún discurso contenido y esperando en la punta de la lengua, tibio y listo.

Pero apartó todo eso de su cabeza y se concentró en la chica que estaba a su lado; Clarita, se llamaba. 
Linda.










Nota irrelevante del autor: mi canción-test es y será siempre From the morning

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sábado, 19 de noviembre de 2011

Mowgli, te quitaron las estrellas


- ¿Cómo fue la caza, fiero cazador?
- Muy largo el acecho, y el frío era atroz.
- ¿Dónde está la pieza que fuiste a matar?
- En la selva, hermano, pienso que estará.
- ¿Dónde está tu orgullo, dónde tu poder?
- Por la herida huyeron ambos, a la vez.
- ¿Por qué así corriendo vienes hacia mí?
- ¡Ay, hermano! Corro a casa...a morir.



A pesar de ser consciente (en ese entonces, gracias a Disney), que este libro era un libro infantil, me animé a leerlo porque la edición que cogí tenía como encabezado "Colección Premios Nobel", así que supuse que la narración sería buena, no importa el tema como en muchos otros libros. Y sin embargo, después de leído, no diría que sólo es para adolescentes, sino para cualquier lector que quiere recrear un poco su imaginación entrando al mundo de la selva, de sus reglas, y de los animales (aprendiendo reglas de respeto, convivencia, territorio, aceptación y rechazo del grupo, la reacción ante supersticiones, amistad, la familia, y la propia naturaleza que yace en cada ser vivo y de la cual es incapaz de escapar).

El libro contiene siete capítulos que en realidad son cuentos separados, de los cuales sólo los tres primeros tienen relación entre sí y son, según mi parecer, los mejores, pues tratan de la historia de Mowgli (la rana): su aceptación en la camada de lobos, su aprendizaje de las reglas de la selva, y de su duelo con Shere Khan. El autor logra infundirle caracteres definidos a cada animal y presentarlos como mismos seres humanos, incluso más sabios.

De los otros cuatro cuentos, a pesar de estar bien narrados, sólo disfruté el titulado Rikki-Tikki-Tavi (que no ocurre en la selva, por cierto, y es la historia de una mangosta que tiene que enfrentarse con un nido de cobras (genialmente narrado)).

Otra cosa, el Mowgli del libro no tiene nada que ver con el niño antipático que le interpreta en una película basada en este libro.

Si el libro sólo narrara la historia de Mowgli, le daría cinco estrellas.

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lunes, 14 de noviembre de 2011

Un poquito antes de quemar la ciudad

 Gloria (acoustic) by nadrojj 


                                                                                                      

Poco a poco, tras de cada piedra, 
no lo ves pero yo soy el que despierta su ser con mucha sed.

Te reirás porque el tiempo haya cambiado y yo diré: 
«¡No! todos estos años son míos, yo te los presté».

Y sé distinguir uno de otro, sé qué manos levantaron odio, 
y también sé que morirás aunque volverás a nacer.

Y ahora a dónde vas, dímelo bien, dónde andas, 
yo quiero verte correr,
quiero verte volar también.

Los monos bailarán buen rockanroll, los tigres dormirán en el salón,
verán la televisión y dirán: «Vaya mierda».

No te servirá decir: «Lo siento por no pensar en ti»,
pues yo tampoco estoy pensando en ti.

Empaca un poco antes de partir, no volverás nunca más aquí, 
pues yo me encargaré.

La pequeña Goria hoy se ha levantado con un poema adherido en los labios,
una canción, que dice: 
«Mueve de aquí tu corazón».

Mami le explica con mucho tino, 
le dice: «Pequeña, no somos clandestinos.
No está bien vivir al margen de nuestra hermosa civilización.

Así que no te vas, mírame bien, no te irás, 
no puede ser que esté teniendo siquiera contigo esta conversación.

Cámbiate para desayunar, a la escuela tienes que llegar, 
necesitas una buena dosis de educación».

Y afuera poca gente la escuchó, sus problemas son mucho mayores ¿no?

«No te vas mírame bien, no te irás, no puede ser que esté teniendo
siquiera contigo esta conversación».
Los monos bailarán buen rockanroll, los tigres dormirán en el salón,
verán la televisión y dirán: «Vaya mierda».

                                                                                                      


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domingo, 13 de noviembre de 2011

Macanudo 3: Las 10 mejores tiras.

Hoy también acabé de leer Macanudo 3, y éstas son las 10 mejores tiras, bueno, las mejores tiras según mi parecer, pues Liniers es una fuente inagotable de ternura, ingenuidad, genialidad y alegría. Por suerte aún me faltan más Macanudos por leer.













Feliz 11 meses, mi amor.


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Bestiario - Julio Cortázar


Éste es el primer libro que lamento que no sea mío, maldita sea, el lunes tengo que devolverlo a la biblioteca! Da ganas de robarlo. Sólo Dios sabe (y algunos amigos) cómo suelo encariñarme con los libros.
El libro que comento se titula "Bestiario" de Julio Cortázar, una selección de ocho cuentos bien logrados, que introduce al lector de una forma muy efectiva: proporcionándole datos que no entiende pero que en el transcurso de la historia todo se aclara, cobra sentido, y vislumbra.
Mis cuentos favoritos fueron:

Casa Tomada: El autor logra transmitir la presencia de esos seres que van apropiándose de la casa e inspira pánico.

Lejana: Cuento con estructura de diario en el que Alina Reyes narra su vínculo con una mujer de Budapest, que no conoce, que no sabe si realmente existe, y que al final termina perdiéndose.

Las puertas del cielo: El autor logra crea el ambiente para contar, con una nostalgia disimulada, más bien de remembranza y dolor por lo ausente, la muerte de Celina, y las cosas, lugares, y bailes que la evocan.

Antes sólo había ojeado Rayuela, y me encantó el inicio, pero ahora ya puedo decir que conozco a Cortázar, y es uno de los grandes narradores de lo fantástico y lo insólito.

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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Bibliotecando en la PUCP



Estas últimas semanas se me ha dado por leer compulsivamente novelas. Quizás sea que ya se acaba el año y mi número de libros leídos es miserable. Pero en hora buena he vuelto a perderme en personajes insólitos e historias absurdas (como también admirables).
A continuación lo que pienso de dos novelas que he leído estos días:

Asesinato en el Orient Express - Agatha Christie


Agarré este libro por pura curiosidad, siempre había escuchado de esta autora y su fama de tramas intrincados y policiacos. En realidad decidí leer este libro porque estaba buscando algo no tan extenso, pero entretenido, y mi enamorada me sugirió, al azar, este libro. Debo confesar que la autora no me ha decepcionado, a pesar de la estructura que presenta la novela: una pequeña introducción para conocer al personaje principal (el detective Poirot), el crimen, las declaraciones de todos los personajes y sus respectivas coartadas, y al final, la resolución del caso. Lo bueno de esta escritora es que te va dejando pistas y el lector se involucra tanto en la trama que él mismo trata de descubrir quién fue el asesino, uniendo cabos sueltos, mentiras, gestos dubitativos de los personajes, etc., acompañando al detective Poirot en una tarea más encomendada esta vez por la fuerza del destino (o la casualidad). Me gustó mucho recorrer estas páginas, sobre todo el final con sus "dos" posibles soluciones. Yo también hubiera decidido optar por la primera solución.


El viejo y el mar - Ernest Hemingway.

Cuando tenía 15 años intenté leer este libro, pero me pareció demasiado simple y aburrida la historia de un pescador que no puede atrapar nada en 84 días y sale de nuevo en busca otra vez de un poco de suerte. Sin embargo, debo confesar, que una vez iniciado, una vez haber pasado la barrera que me impidió terminar de leer el libro en ese entonces, el personaje se hace de lo más humano y comprometido con la mar, con la naturaleza, con el pez gigante que logra capturar y que admira pero sabe que debe darle muerte. Una gran narración para una trama simple pero de gran significado.

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sábado, 5 de noviembre de 2011

De qué hablo cuando hablo de correr


Hace poco tiré mano de la biblioteca de la PUCP y me hice con un libro de Haruki Murakami (recordando la buena experiencia que tuve con Tokio Blues). Este libro, por lo contrario, no era una novela, sino más bien un libro de memorias donde el autor va exponiéndose delicadamente a lo largo de más de doscientas páginas que emplea para enmarcar su afición por el correr y la literatura (aunque de ésta no habla mucho, son muy queridos los pasajes en que se detiene a contemplarse a sí mismo como escritor). El libro se titula "De qué hablo cuando hablo de correr". Es un buen libro para volver a reanudar la lectura cuando ya se la ha dejado debido a distintos asuntos "importantes" en el día a día. Al ser una memoria el autor no se limita a las formas y nos cuenta cómo se le viene en gana y en el orden que se le ocurre, cómo empezó su pasión por correr maratones y triatones, su preparación, sus anécdotas. Es exquisito cómo va narrando lo que su cuerpo va experimentando mientras corre y su mente se va vaceando en el papel como ríos y ríos (El río Charles). Aunque al final sentí que Haruki empezaba a flaquear, y por un rato pensé en abandonar, después se recuperó con fuerza y terminó bien, como empezó.
Es un libro sobre correr que nos ayudará a seguir corriendo en el mundo de la literatura. O bueno, al menos a mí.

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