sábado, 26 de marzo de 2011

Wild east

relato de 10 páginas resumido en un poema



Sin querer, la vi llegar
su brillante luz, empañada en ilusión...
y le dije, vengo del este, buscando marinos.

Ella me dijo, ¿te sorprende lo que has encontrado?
este puerto estará vacío para siempre.

Y le dije: pero hoy la tarde está increíble
y quiero embellecerte más, aún.

Aunque ella pasa las noches con un fantasma del oeste
un tipo triste que también la ama,
durante la vigilia.

Lo conocí, era Coleman: ¿cruzarás el mar por ella?
dame las coordenadas, dijo él, para que la vida continúe.

Con una condición, repliqué
¿acaso me sorprende?, habla.

Que me dejes volver en tu nave.

Y él me dijo: que dure lo que dure,
lo real.
Le respondí: y que dure lo que dure,
tu ficción.

Así, Coleman vino del oeste, al este
para vivir también
el día.

Ella lo recibió con un beso
increíble.

Luego yo los dejé
y vistos desde el mar,

eran dos puntos en la playa
tratando de fundirse
irreversiblemente.



muchas frases sacadas de:

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sábado, 19 de marzo de 2011

A oscuras en la UNT

Sentados en una banca de la universidad, al frente de Derecho, Ave de Luz y yo conversábamos con la mirada fija en el cielo y escuchando de vez en cuando a una pareja de mocosos sentados al frente. La luz se había ido en toda la universidad. El tipo se esforzaba en hacerle ver a la chica cuánto sabía sobre las estrellas y la luna.

- ¿Quién será ese imbécil que afana así? -comentó Ave de Luz, sonriendo con la voz.
- Jaja...-resoplé-. No sé, escucha nomás. Esto está bueno.
- ¡Pero esas estrellas no se llaman así!
- Jajaja...ni idea.
- Y menciona ¡MIS estrellas! -se indignó.
- Eran mías también en la infancia, calla y escucha.
- Espera...¡PIERO! ¿Eres tú? -gritó Ave de Luz hacia la otra banca. La conversación se detuvo y del otro extremo respondieron:
- ¿¿Ave de Luz??
- ¡¡Piero!! Con quién estás ahí...¡ya sé! ¿¡Martha!?
- Jijiji -rió Martha- Sí...
- Justo te estaba buscando, pero con el apagón desistí, y mira tú, ¡me vengo a sentar al frente de ti!
- ¿Para qué me buscabas?
- Tu hermana me dejó unos libros en tu asociación, ¿me los puedes dar?
- ¡Ah cierto! -recordó ella-. Ya, vamos, tengo la llave.

En el camino me los presentó, pero igual yo callado.

Martha abrió la puerta de Ad Iuris y entramos los cuatro, alumbrándonos con los celulares.

- Por aquí debe de estar -dijo Ave de Luz-. Dijo que los dejó en el escritorio.
- Aquí hay una caja -dijo Piero.
- Sí, esa debe ser -se puso a mirarla mientras yo alumbraba-. Está sellada...a ver si la abro...no, para qué, seguro es ésta. Ya Martha, me la llevo.

Nos despedimos, y con Ave de Luz subimos al segundo piso, a dejar la caja a su asociación.

- Espera, yo tengo la llave -le dije, descolgándome la cadena que Liz me había dejado-. Ya, entra.

Ave de Luz dejó la caja en la mesa y se puso a buscar en los estantes.

- También dijeron que me dejarían libros en los estantes, ayúdame a buscar.
- Ya, pero mejor cierro la puerta -escuchaba pasos.
- No hay Erwing, no encuentro mis libros...mm...

Los pasos se escuchaban más fuertes y rápidos. De pronto tocaron la puerta y alumbraron con una linterna:

- ¡Aquí hay dos! -exclamó una voz de mujer.

Abrimos la puerta, y dos vigilantes, hombre y mujer, nos veían con miradas inquisitivas y acusadoras: Ave de Luz con su casaca semirota y su gorra verdes, y yo, barbón a no más poder.

- ¿Qué hacen aquí? -preguntó el gordo -. Identifíquense.

Les extendimos nuestros carnés, los cuales guardó de inmediato.

- Esta es nuestra asociación -dijo Ave de Luz-. Estamos aquí buscando unos libros.
- Sí, nuestra asociación, por eso tenemos llave -les dije enseñándoles.
- ¡Hemos visto que han subido una caja! -exclamó la chica, todavía sobresaltada-.
- Sí, son libros, está en esa mesa -señaló Ave de Luz.
- Tenemos que verificar -dijo el gordo, avanzando.
- Adelante -dijo Ave de Luz, con un tono hilarante en su voz-. Es ésta.
- Ábrela -ordenó el vigilante.

Ave de Luz empezó a rasgar la bolsa que sellaba la caja.

- Como verán...sólo...son... libros -terminó, topándose con una impresora. Yo quise gritar: ¡¡Oe bah!!
- ¿Libros, ja? -dijo satisfecho el gordo-. ¿De quién es esta impresora?, ¿ustedes la han ingresado?, ¿de dónde la han sacado?
- Tendré que informar esto -dijo la chica, ahogando un grito-. El pabellón entero está bajo mi responsabilidad.
- A ver -dijo Ave de Luz, tratando de tranquilizarse-. Nosotros pensábamos que eran mis libros...una amiga me había dejado unos libros en una caja en Ad Iuris, hace cinco minutos nos la han dado, como estaba oscuro no vimos lo que había adentro, fue un error, nosotros subimos la caja del primero al segundo piso, nada más.
- Tendré que llevarme la impresora -dijo el gordo, mientras salíamos del CEILS al pasadizo.
- Anda, yo los vigilo -dijo la mujer.
- Llamaré al supervisor. Y ustedes no se muevan, porque si se pierde algo en esta facultad, algún cañón multimedia, cpu, cualquier cosa, ¡ustedes serán los únicos responsables! -esas palabras calaron profundo en mi estómago y recorrieron todo mi cuerpo: ¡Mierda!
- ¡Cierto! ¡Los cañones! Tiene razón -exclamó Ave de Luz, algo desencajado-. Entonces llame a su supervisor.
- Verificaremos salón por salón que los cañones están en su lugar -agregué yo.
- ¡Y veremos que no falte ni siquiera uno!
- Llame a su supervisor -exigimos los dos.

El gordo usó su radio mientras nos miraba, intercambió unas palabras con otro hombre, y ordenó a la vigilante que empezara a verificar con nosotros, el supervisor no demoraba en llegar. Empezamos por el tercer piso, primero con un aula que tenía una cadena amarrada y un candado sujetándola. Abrimos salón trás salón, bajamos piso por piso, revisando si estaba el cañón suspendido en el aire en medio de los salones, y los cpus pegados a la pared. De rato en rato veía alguna basura en el escritorio y de chistoso, confiado ya después de encontrar salón trás salón todo en orden, indicaba medio burlón que había un vaso de plástico, o un afiche de Claro, cualquier cosa. Cuando llegabamos al último salón Ave de Luz y yo nos preguntamos si ahí había proyector, no recordábamos, pero por suerte nada faltaba.
La vigilante se quedó en el pabellón, nosotros fuimos llevados al puesto de vigilancia principal con el supervisor.

- Buenas noches -saludamos.
- Estos son los chicos, señor -dijo un vigilante. El gordo ya no estaba.
- Ya hemos revisado salón por salón, no falta ningún cañón -dije.
- Queremos que se levante un acta, contando nuestra versión de los hechos, y se deje constancia que no falta ningún bien mueble en la facultad -agregó Ave de Luz. Yo lo secundé con movimientos firmes de cabeza.

El supervisor levantó la vista y simplemente dijo:

- Ese no es el procedimiento. Verán, lo de los muebles de la facultad ya quedó saneado, dejémoslo ahí. El problema es sobre la impresora.
- Jefe -intervino otro vigilante-. Esa impresora ha sido ingresada hace dos días, está registrada en el cuaderno.
- Mmm...ya -siguió el supervisor, como si se le escapáramos de las manos-. Sus carnés se quedarán aquí, mañana vengan con el dueño de esa impresora, que el señor aquí les dé el nombre.
- ¡Ya! Pero ya que en el cuaderno está el código de la impresora hay que verificar si se trata de la misma, tráigala, hay que comparar -exigí, para mayor seguridad, no vaya ser que después la cambien. Por suerte concordaba.

Nos dejaron salir a la oscuridad detrás de los muros que protegían la ciudad universitaria. Con Ave de Luz caminamos hasta el Óvalo Larco y yo le pedí quedarme en su casa esa noche, no iba a estar tranquilo solo en mi casa sin tener a nadie con quien conversar. Esa noche nos la pasamos escuchando música en la azotea.
Al día siguiente a la 1 de la tarde recuperamos nuestros carnés, y nuestros nombres y códigos quedaron registrados en un acta de incidencia, de la cual no pudimos echar mano a pesar de haber pedido.

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domingo, 13 de marzo de 2011

Flshbck hace nueve años



 Fellini es un gato que se come a tus amigos, filosóficamente hablando. Tiene esos ojos blancos y su mirada, cuando se vuelve hacia ti, desde tu regazo, es como si te viera, pero también como si se pasara hasta más allá, bien allá, adentro... mira, prueba, cuéntale algo, déjale escucharte.

-Fellini, tengo dudas existenciales.
-Miau (cuéntame, mi niño).
-Fellini, me da miedo el infinito.
-Miau miau miau miau (¿acaso las hormigas se turban pensando en júpiter?)

 Si con esta respuesta no creen que era listo, es que no saben nada.
Pero seguí temiendo. 

 Estábamos viendo chespirito todo lo que quedaba de mañana dominical. Fellini saltó de mi regazo y apagó la tele con una pata. Fue hasta la cocina, saltó sobre una silla y luego trepó hasta la mesa. Se puso el collarín con la correa y volvió hasta mí. Me sacó a pasear, Fellini.

 Fuimos al parque mansiche, donde había muchos niños jugando. Más allá de los árboles, algunos iban y venían por la canchita de fútbol dándole de patadas a una pelota aguada. Otros escalaban hasta lo alto de los toboganes. Desde arriba, se tiraban de potito, de cara, de costado, de sacada de miércoles, etc. En los subibajas se cuidaban de no subirse con el más gordo, porque si no no había manera de echar a andar el juego. En los columpios, volaban. Había niños como yo en todas partes, muchos sudando bajo el sol de febrero, muchos que venían de la playa, muchos que más tarde se irían para allá.

 Fellini, a mi lado, dijo miau. Exacto, le dije: huele a verano. Pero creo que quiso decir algo más. Fue un miau que hacía énfasis en el hecho de que olía a verano, pero específicamente en febrero. No sé si me entiendan. 

 Yo no comprendí. Recién ahora entiendo el completo sentido de su miau. Traduzco libremente: Nádroj, huele a verano aquí y hoy, huele a verano en febrero. O sea, olerás otros veranos, pero tu corazón siempre morirá por éste.

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lunes, 7 de marzo de 2011

Viejo de los viejos: 3/4.


Mi enamorada y yo habíamos salido de clase de diseño gráfico (que lo auspicia la municipalidad -y es una estafa). Era de noche y aún no teníamos ganas de separarnos, es más, los besos lo impedían. Así que terminamos caminando por el centro de Trujillo, yendo por las calles anaranjadas y grises, sin dirección alguna. Hasta que pasamos por una taberna, o eso decía el rótulo, taberna viejo de los viejos.

- Mmm...Liz, quiero vino -le confesé.
- Pero no tenemos dinero -sonrió lamentándose.
- Sí pues, sólo tengo un sol. ¿Tú cuánto tienes?
- A ver...2 soles.
- ¿Y si le digo al mozo que me dé 2 soles de vino?
- ¡No! -dijo divertida- No eres capaz.
- ¿A que no? Claro que puedo.
- No, no lo haces.
- Sí, pero mejor le digo 3 soles, menos roche.
- ¿Pero cómo le preguntarás?
- No sé, tú sólo acompáñame, algo saldrá -y la tomé de la mano y entramos.

En la barra estaba el bartender y el administrador, o contador, o cajero (estaba viendo unas facturas). Nos sentamos en dos bancos y miré a los ojos del bartender. Unos microsegundos pasaron por mi mente y las ideas se ordenaron.

- Buenas noches -saludé. Liz sólo miraba, esperando reírse.
- Buenas noches.
- ¿Cuánto cuesta una copa de vino?
- 5 soles -respondió inmediatamente.
- Ah...-esperé que el valor subiera a mi rostro y dije:- ¿Y por 3 soles cuánto me das? ¿Mitad de copa?

El bartender se quedó paralizado, pensando. El administrador escuchaba todo y sentí que la vergüenza me ganaba. ¡Que responda algo! Liz aguantaba la risa.

- Tres cuartos -dijo, dando la sensación de haberse comido la palabra "supongo...".
- ¡Ya! Toma -y le extendí los tres soles. El bartender anotó en un cuaderno "3/4 de copa" y desapareció por el fondo.

- Ves, sí pude -y me acerqué a Liz, que sonreía mientras la besaba.

El bartender trajo la copa con vino semiseco llenado un poco más de 3/4, y le agradecí profundamente. Liz y yo bebimos turnándonos de vez en cuando, sonriéndonos.

Al salir, agarré una servilleta que llevaba el logo del local y la metí en mi mochila.

- ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Liz.
- Caminar como borrachos jajaja -y la besé.

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sábado, 5 de marzo de 2011

Dos charlitas cortitas y espontáneas

-No me gusta Beyoncé. 
-¿Cómo que no te gusta? 
-No lo sé, simplemente no me gusta. 
-¿Es porque es negra, cochino racista? 
-Sí puede ser porque sea negra, pero no soy ningún racista. 
-Vaya, eres un cochino racista. 
-Qué va, de verdad. Es decir, no tendría ningún problema en tomarme un café con ella y charlar y así, ¿sabes? Pero si quisiera propasarse conmigo, le haría el pare. Es que no me gusta. 
- Estás loco, tío… ¿y por qué Beyoncé querría propasarse contigo? ¡Ni en tus más asquerosos sueños! 
-Vale, hablemos de otra cosa, ¿quieres? 
-No, esto hay que desentrañarlo, no puede ser. ¿No te gustan sus piernas infinitas? 
-Pues sus piernas no están mal, la verdad. 
-¿Y cuando canta, no crees que tiene la voz que seguramente tendría la diosa Atenea si pudiera cantar? 
-Puede ser, da la sensación. 
-¿Y su cintura, sus brazos, sus pechos y lo demás?, ¿no te parece que tiene un cuerpo extragaláctico? 
-Es posible, tienes razón. Pero ahora que lo dices, me doy cuenta que lo que no me gusta de ella es su cara. 
-Cochino racis… 
-No es eso, simplemente no me gusta, ¿no puedes entenderlo? 
-¡No! Hazme recordar que toquemos este mismo tema dentro de cinco años. Si para entonces sigues pensando lo mismo, harás que me enferme. 
-Vale, déjame que lo anote en mi agenda del 2016… Espera, todavía no tengo agenda del 2016... ¡Y no la tendré hasta dentro de cinco años! 
-Pues ponlo en tu cochino iphone 4. 
-Ya está. Lo hablamos entonces. 

(La segunda parte de este post, por tanto, se publicará el 5 de marzo de 2016) 

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-Pregunta rápida, ¿a cuál prefieres: Scarlett Johansson tetrapléjica o Angelina Jolie sin brazos? 
-Oh, está difícil, dame unos segundos… 
-Diez, nueve, ocho, siete… 
-Vale, vale, ¿pero cuando dices Scarlett tetrapléjica es que no puede mover nada de sus extremidades? 
-Ni sentir nada de la cintura para abajo… 
-Espera, eso lo has añadido tú. 
-Ok, ok, te lo concedo. 
-Y cuando dices Angelina Jolie sin brazos, ¿te refieres a todo el largo de los brazos, o solo sin la primera mitad, ya sabes, con dos muñones a la altura del codo? 
-Sin nada de brazos, los muñones estarían a la altura de los hombros. Pero ya sabes, todavía podría caminar y todo eso. 
-Ya, pero sin brazos no es lo mismo… 
-Cuatro, tres, dos, uno… 
-Ok, ok, ok… Scarlett tetrapléjica. Qué más da, todavía la podría llevar de picnic y eso. Seguiría estando guapa y completa. 
-Pero no sentiría nada de la cintura para abajo. 
-¡Cómo!, pero si tu me dijiste que… 
-Lo siento, lo acabo de mirar en wikipedia. Los tetrapléjicos tampoco sienten nada. 
-¡Pardiez! Me has estafado. 
-Vale, otra pregunta, ¿quién prefieres ser: Brad Pitt  pobre y estúpido o Sean Connery listo y forrado? 
-Caray, tío. ¿Por qué haces preguntas tan difíciles?

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miércoles, 2 de marzo de 2011

Salvados por una cleptómana


Era un día previo al cumpleaños de ella, y él, misio, le propuso salir a pasear por las tiendas del centro, a cometer una locura, a salir de la rutina, a sentir nervios y reír luego.

- Pero yo elijo lo que vas a hurtar, total es mi regalo de cumpleaños -dijo ella, divertida.

Primero entraron a una librería, de esas donde sólo venden libros y revistas piratas, y recorrieron por todos los estantes, viendo afiches de origami, de cómo hacer cócteles, aprender guitarra. Al final se detuvieron un rato ante un libro de sexualidad y se sonrieron cómplices.

- Salgamos de aquí -dijo ella-. No vas a poder llevar nada, todo es muy grande.
- Mmm...¡Ya sé! Vamos a "Do it" -gritó el.
- ¡Ya!

Y corrieron directo a "Do it", desacelerando el paso al momento de entrar. Había un vigilante en la puerta. Él anotó mentalmente la posición de éste, y entró dispuesto a conseguir algo para su novia.
A un metro del vigilante, ella se puso a ver unos ganchitos. Eligió uno de mariposas y se los probó.

- Me gustan -dijo, y volvió a dejarlos en el lugar donde habían estado.

Él entendió perfectamente, y sin pensar cogió los ganchitos y los escondió en sus bolsillos. El vigilante parecía no haberse dado cuenta.

- ¡Ya vámonos! ¡Ya tengo los ganchitos! -casi grita, conteniéndose lo más que podía.
- No, espera, hay que hacer más tiempo, se verá sospechoso -y lo jaló por otros estantes a ver carteras.

De pronto, una señora se les acercó.

- Señorita, ayúdeme a decidir, ¿qué pares de aretes caen mejor con este brazalete?
- Mmm...éstos -dijeron ambos.
- Sí, ¿no? -sonrió-. Ya, gracias -y se retiró a unos metros de ellos.

- Mira esta cartera de mano, ¡qué bonita que es! -chilló ella.
- No me digas que también quieres...
- ¡No! Ya es suficiente -y lo besó.

- ¡Deténgase! -gritó un tipo de seguridad mientras caminaba hacia ellos. Los dos se quedaron pasmados, inmóviles, apretándose de la mano lo más que podían. Pero el de seguridad pasó de frente y fue hacia la señora. Los dos voltearon y escucharon todo.

- ¿Sí, señor? -contestó la señora.
- Enséñeme su brazalete.
- ¿Por qué? Sí es mío.
- Sólo enséñeme.
La señora extendió su brazo y ahí estaba, para sorpresa de ellos, el cartón del precio escondido debajo.
- Me tiene que acompañar -dijo el de seguridad.
- ¡Pero si este brazalete es mío! ¡Lo compré hace días!
- ¿Y el cartón? -inquirió el vigilante.
- Eh...¡es mío!

La señora fue llevada al mostrador, y aprovechando el pánico, preguntándose si habían cámaras en ese lugar, el y ella mejor safaron del lugar, entre asustados, divertidos, y culpables.

- Feliz cumpleaños amor -dijo él extendiéndole los ganchitos. Ella lo besó y se los puso-. Te quedan bien.
- ¡Todo me queda bien amor! -sonrió ella.

Y siguieron caminando por el centro, entre calles llenas de autos y esquinas con semáforos.

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