domingo, 12 de junio de 2011

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Había una vez un cielo sobre la tierra en el que volaban las almas de camino hacia una montaña donde bien al fondo había una cueva tan oscura que ensordecía cualquier tipo de sentimientos. Se decía que las almas buscaban una especie de amuleto en la oscuridad, aunque tristemente todas caían en el olvido una vez que se internaban en las entrañas de la montaña. Una montaña que en el folclore humano nunca se llegó a mencionar. Nunca se la refirió en ningún tratado chino de filosofía y eso ya es decir mucho.

Había una vez una tierra bajo el cielo y en los caminos de la tierra muchos hombres en motocicletas surcando el descampado que había entre dos cordilleras separadas entre sí por miles de kilómetros.
En una cordillera vivían los hombres oscuros que gustaban de los pensamientos tristes y de reflexiones que al final del día entristecían al corazón más fuerte. Estos hombres comían ratas y legumbres raquíticas que arrancaban de sus tierras fangosas. Sus hijos eran sombras que correteaban entre los innumerables caminos que unas manos tallaron en las laderas.
En la otra cordillera vivían los hombres iluminados, unos seres que charlaban verdades todo el día y solo cenaban gansos y naranjas y moras que recogían del camino. Estos hombres mataban con una sonrisa al corazón más triste. No contagiaban la felicidad de ninguna manera. Todo el mundo sabe que los corazones tristes no tienen reparo, solo muchas formas de morir.

Las motociclistas iban y venían de un lado a otro, no bien la suerte les señalaba la primera montaña, daban media vuelta y se dirigían a la contraria y así.
Una vez un periodista les preguntó: "¿Oiga y por qué no se decide por una cordillera de una buena vez?" Y el motociclista, un hombre con la cara marcada de suciedad, respondía que naturalmente más hermoso es el camino que la meta. Además, decía, si vamos al este, los hombres oscuros nos entristecerán el corazón. Y si vamos al oeste, los hombre luminosos nos matarán el corazón.

"No nos queda más remedio que seguir viviendo el camino, amándonos entre nosotros de la manera más imperfecta que existe".

Es tan triste ser humano, concluyó el periodista. El motociclista asintió. Ojalá todo mejore con la muerte, desearon. Justo entonces sus almas cayeron en un vacío eterno donde no había forma de sentir nada. Si tan solo alguien encontrara el amuleto.

1 comentarios:

wingerr dijo...

"...naturalmente más hermoso es el camino que la meta..."

Muchas veces muy cierto u_u

 
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