lunes, 6 de junio de 2011

¿Un champancito, hermanito?

Título de la entrada en alusión a un sesudo artículo escrito por MVLL donde el tipo se devana los sesos dándoles vueltas a la facilidad que sus compatriotas tenemos para la huachafería.





Ella tenía unos ojos azules para morirse y un misterioso gin tonic en la mano derecha, en alto, como respirando. ¿Los gin tonic también respiran o eso sólo es con el vino? No lo sabía, pero el caso es que esa bebida seguía bien alta, de lo más interesante e insolentona. ¿Cómo un gin tonic en alto puede resultar tan ofensivo? A saber. Era algo que no terminaba de descubrir, aunque sospechaba que en ello algo tenían que ver los ojos azul caribe para morirse de aquella chica. Morirse literalmente, y ahogado para colmo. Digamos que le daban muchas ganas de que fuera domingo y él dispusiera de un botecito blanco en el que salir a remar y perderse en esos encantadores ojos caribe, a muchos metros de la costa, bien lejos de España. Aunque el mediterráneo tiene mucho de azul, pero manchosito. Se ve desde el avión: un azul inmenso mancillado por formas oscuras que subyacen sobre la arena, oscureciendo la superficie marina hasta niveles desilusionantes. Por eso el símil de sus ojos no procedía con el mediterráneo.


Ella le dijo: “Me lo preparé con ginebra Bombay Sapphire, ¿sabes?”. En su mente, bien peruano, él contestó: A la mierda. Como diciendo: “No tengo idea de qué se le responde a eso”. Así que, sin tener otra opción, procedió a fastidiarlo todo: “Lo cierto es que de cerveza nunca he pasado en toda mi vida, Marta”. Y como si no hubiera sido suficiente, añadió: "En Perú hay gente que nace y muere sin haber probado en toda su vida un solo gin tonic, es más, sin siquiera haber tenido uno en cien metros a la redonda".

Pero mentira, eso de que de cerveza nunca había pasado. Sucia mentira. Bien que muchas veces se había volado la cabeza a base de tanto beber vino de cartón Don Gato, llegando incluso hasta el punto de ponerse a bailar solo. Varias veces su cuerpo convaleciente, tras la vomitada respectiva, le había dicho: “Con el vino Don Gato no se juega, mi cholo”. Tremenda basura el vino de cartón. De lo más vulgar que uno puede concebir, además del cañazo, pero eso es en Perú, y con el cañazo no te metas.

Marta le sonrió eternamente, y sus ojos marinos le dijeron: “No me he ido como alma que espanta la simplonería, nada más porque tienes un buen puñado de cosas que me encantan”. Y se quedó allí con él, amándolo mientras le explicaba, peruano idiota, en qué consiste un gin tonic y qué rayos es un Bombay Sapphire (marca cara de ginebra).

Y en vez de callarse, él dijo: “¿Marta, no te parece un poquitín huachafo ponerle Bombay Sapphire a una marca de ginebra?”.

La chica le respondió maternalmente que en realidad ése era un nombre divino. Y él asintió para siempre, ignorándolo todo sobre los misteriosos mecanismos del buen gusto.
Idiota.

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