viernes, 30 de diciembre de 2011

El tono (dale play)

 He Traicionado Tu Amor (Los Chapillacs y Pascualillo Coronado, El Rey de la Carretera Central) by Descabellado Records

Camilita bailaba bien rico en la fiesta de su tío. Su tío Pocho que había comprado treinta cajas de cerveza pilsen y ahora reventaba su taller mecánico con un potente sonido estereofónico. Qué bonito santo, don Pocho, decía el aprendiz de mecánico, Ingercio, un quinceañero bien achorín. Claro pues hiiiijoo, hip, ¡¡y no va a serrr!!. Recontra legal su tono, patrón, y de los anticuchitos que le ha encargado a doña Melva huuyy, ni hablemos, y del pollito tampoco y ni de la chelita que nunca falta, todo bien legal oiga, más bien... ¿no me presenta usted a su sobrina? Pero don Pocho, ni baboso, se hizo el loco y se quitó por allí  contoneando los hombritos al ritmo de la música, y con la sonrisita bigotona, como quien dice, a flor de piel. Movía también los piececitos con gracia y garbo criollo. Don Pocho se paseaba por su taller comprobando que no faltara nada y que los invitados la estuvieran pasando bien bacanchola. Por allí lo atajó el sobrino borracho, un treintañero perdedor, uno con una narizota que siempre lo precedía a donde quiera que iba. Lo jaloneó del cuello con el ímpetu de los alcoholizados.Tío, venga a tomar con sus hermanos a la oficina, venga, pues tío, estamos en un reventón. Arranca de acá, imbécil, ¿no ves que estoy bailando? arranca nomás, caray. Y le metió su chiquita por atrevido.

En un rincón, junto a un Datsun del 93 sin llantas, el aprendiz de mecánico, Ingercio, le metía letra a Camilita, que por cierto le iba un poco mayor. Veinte tenía la chibola, aunque parecía mucho menor, bajita y con cara de nena. Y así pes, flaquita, le decía mientras bailaban cumbia; tengo mi bochito, bien parado ah, cuando quieras te puedo llevar de paseo a comer tu papa rellena, vueltecita pasito adelante pasito atrás; tus picarones con su gaseosa, ah, lo que quieras tú nomás pide. Y ya si te pones exigente hasta te llevo a comer pizza. Despuntaaa, renacuajo, replicaba Camilita, caderita un, dos, pasito de costado y vueltita con harto sabor; a mi me llevas a La Taberna a comer mi pollo broster o nada. Para comer anticuchos de luca no necesito a un imberbe malandrín pululando a mi alrededor. Tiraba su diccionario la chibola. Ingercio hizo sus cálculos mentales mientras seguían bailando: gasolina más estacionamiento más un pollo broster más su inca cola y etc., etc. Puccha, ni que estuvieras tan buenota. Pero lo estaba.

En la oficina, el sobrino narizón lloriqueaba con el bobo aligerado por la cerveza. Y me metió un cochacho, tíos, escuchen, mi tío Pocho del alma; acá me dolió, acá. Y se señaló el pecho en la parte donde suponía que se encontraba su corazón. Yo siempre estoy allí, tío qué necesitas, qué te puedo ayudar, pero siempre me cancela... Y así lloraba frente a sus tíos mayores. Uno de ellos era gerente de la Backus en Virú. Otro tenía un grifo por San Pedro. No pues sobrino, ya, tú ya estás para irte a dormir. Y se fueron dejándolo solo en el sofá de la oficina, uno bien viejo y grasiento del cual nadie lo movería hasta el día siguiente, ya de noche, cuando el wachi que cuidaba el taller los domingos le dijera, ya pe soly, o te mueves o te muevo, ¿cómo es?

Bien rica sonaba la chicharra. Don Pocho ensayaba unos pasitos picaronescos con doña Melva que, entre tanto humo de la parrilla había decidido pegarse un bailongo antes de seguir asando tanta carne roja. Ahí, ahí, doña Melva. Pegaba sus brinquitos la mujer y don Pocho le meneaba los hombros, se caía de rodillitas y alzaba los brazos en el aire al ritmo de la música. Por allí hasta le metió break dance, chino y bigotudo de risa. Cuando acabó la canción, doña Melva dijo, ay, yo ya no estoy para estos trotes. Y se regresó a sus anticuchos.

La fiesta siguió hasta las cuatro de la mañana, cuando ya solo quedaban los más ebrios de los ebrios abrazados fraternalmente en unas feas bancas de madera. Y en el rincón de siempre, junto al viejo Datsun desmantelado, Ingercio se daba el lote con Camilita. Guapachosa, la chibola, pero de veras. Y el Ingercio más feo que el hambre. Mérito al valor, a la tenacidad y a esa fantástica resolución pirañona que ya quisieran otros imberbes.

0 comentarios:

 
Template by: Abdul Munir