miércoles, 1 de junio de 2011

Experiencia televisiva, ¿estamos todos nerviosos?



Valoración personal: Rodrigo Vigo Habichuela Gallagher


De todas las funciones que se trabajaron en el plató de tele, para mí, la de mezclador es y será siempre una de las más peligrosas y, por tanto, emocionantes.

En principio, tener que manejar unos cuantos botones y mover una palanquita no debería suponer tanto desafío, pero lo cierto es que si de eso depende el correcto encadenado de los distintos planos que se manejan en el plató y la entrada correcta de los videos que se insertan, la tarea se vuelve una cosa seria.

Previamente uno se vuelve susceptible al pánico, de pronto los controles no responden o no lo hacen como esperabas. Preguntas al técnico cosas básicas y él te dice: “Se hacen así” y tú le dices: “Pero si eso ya lo intenté y no me funcionó”. Y es cierto, no ha funcionado. Porque esto hay que decirlo, los controles de mezcla a veces marchaban de una manera tan misteriosa que el técnico tenía que recurrir a toda su sapiencia y toque de nuevos botones (que para mí estaban vedados) con el fin de poder solventar el obstáculo.

De verdad. En esa consola había más de treinta botones y a mí me solo me habían enseñado a usar alrededor de diez.

Ahora bien, si tengo que honesto con el balance de mi función de mezclador o mixer, como dicen algunos, creo que fue más que correcta. Y diré por qué.

Para empezar, porque cuando inicia la entrevista todos estamos muy nerviosos, centrados cada quien en nuestras tareas. Igual el mixer. Lo rescatable es que, después de los primeros segundos, supe mantener la serenidad (notar que, a diferencia de otras tareas, la mía no tiene un respiro en todo lo que dura la entrevista) lo cual es importante para poder escuchar las órdenes de la realizadora, operar como manda el guión y responder con buen criterio en los momentos de duda.

Cabe decir que mi serenidad muchas veces se vio amenazada por agentes externos que, no dudo, de buena voluntad se acercaban a dar recomendaciones y señalar los monitores de trabajo en plena transmisión. Eso sí que me ponía un pelín nervioso, no solo a mí, sino también al resto de mis compañeros en la cabina de controles. Nos desconcentraba.

Para terminar, todo sea dicho, resalto que mi poca inexperiencia en esta función me hizo, en un par de ocasiones, calcular mal y cambiar los planos a destiempo o responder con retardo a las órdenes de la realizadora.

Ninguno de estos errores, sin embargo, significó un perjuicio mayor para la entrevista, aunque me siguen pesando en la consciencia.

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