El día Miércoles 01 de Junio fue el cierre de campaña de Keiko Fujimori en la ciudad de Trujillo. El mitin se llevó a cabo en la plaza de armas, con el tabladillo ubicado al frente del BCR. Aunque claro, no tenía pensado ir. No apoyo a Fujimori. No apoyo a Ollanta Humala. Pero sí defiendo los derechos humanos. Y precisamente por eso terminé apareciéndome por la plaza de armas, motivado por lo que me había enterado: un grupo de familiares de víctimas de la época del fujimorismo iba a realizar una protesta simbólica. Y aunque confieso que si no hubiera estado con personas más motivadas que yo no hubiera ido, ya cuando me encontré en medio del grupo que gritaba y hacía recordar los estragos que dejó el gobierno de Alberto Fujimori, supe que era el lugar correcto donde debía estar y por primera vez en mi vida sentí la emoción de gritar lo que se piensa y lo que se cree.
Es cierto que la mayoría de personas protestaban en contra del fujimorismo, pues esa era la consigna; sin embargo, no había uno que otro que gritaba apoyando a Ollanta Humala e incitaba a los demás a que lo siguieran, y es cierto, por unos segundos los demás caían en el juego y se encontraban gritando a favor de ese candidato (claro que yo callaba de inmediato), pero de pronto alguien se acordaba y llamaba la atención, y de nuevo, a gritar en voz a cuello.
Me imagino que a Keiko le debió importar un bledo que un grupo de personas (muy reducido en comparación a los simpatizantes de Fujimori) hiciera esa protesta, sobre todo si sólo se concentraba a prometer proyectos que en mi entender me parecen muy populistas, o se dedicaba a mirar el video que proyectaron de ella y su cónyuge bailando marinera (completamente fuera de sitio). Pero la protesta continuó aún cuando ella se retiró, aunque estoy seguro que ni miró lo que hacíamos, muy acostumbrada a apartar la vista.
El momento impactante, diría que hasta conmovedor, fue cuando tres hombres se pusieron de pie, semidesnudos y envueltos con carteles de papel que hacían llamado a la dignidad y a la memoria. Después apareció la muerte: una mujer vestida de negro, calavérica, que danzaba suavemente mientras se deslizaba, los rodeaba, y los hacía caer. Todos miraban alrededor, haciendo un círculo, sentados en el pavimento, recordando a las víctimas del fujimorismo. Se prendieron velas y se las colocó en medio de los cuerpos, encima de pósteres con imágenes de Alberto Fujimori, el rostro de Keiko, y una rata china.
Estuve un momento más, gritando, tomando fotos; pero luego me retiré, cuando simpatizantes de Keiko comenzaron a tirar botellazos. Tenía que pensar en el bienestar de mi enamorada, y además, cargaba mi laptop conmigo. Ya después, al día siguiente, una amiga me mostró las fotos de lo que pasó después, y resulta que los tres hombres que yo había dejado tirados en el suelo, terminaron levantándose, poniéndose de pie, y fueron liberados de la capa de plástico que les impedía moverse, y levantaron el cartel que llevaban en el pecho, como si expresaran lo que tenían dentro: “Por un Perú digno y hermoso”, “Por la dignidad y la memoria”. Era un llamado a recordar, a evocar a las víctimas que ahora nos advertían. Era un llamado a la conciencia.
3 comentarios:
Wingerspock, chvr que hayas estago allí. Y bacán tu crónica periodística. Aunque ya es tarde para mandarla a un diario o así xD
Wingerr: esa amiga que te contó...debes decir que fui yo ps, dame el crédito caracho!, y quiero que se respete mi derecho de autor, dos o quizás más fotos, son de mi autoría, ¡¡yo las tomé!! ¡¡Reinvindícame!!
Gato sin antifaz: las redes son más rápidas que cualquier diario y propagan más las noticias, jeje.
Gato sin antifaz: ni siquiera lo pensé, aunque tampoco creo que este es el lugar para una entrada como esa, en este blog tan emburbujado xD.
Steýfer: Estoy 100% seguro que todas las fotos de esta entrada las tomé yo, con tu cámara, pero las tomé yo u_u.
Gracias por leerme =)...
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