...Llover sobre...Madrid...

La lluvia mojaba a Madrid.

Con la taza de chocolate en la mano, muy caliente, miraba la agitada ciudad un sábado que aun no podía dormir.

Nunca le gustó el café. A ella en cambio no le molestaba.

Dormía, hermosa; sin haber terminado la taza de té a medio llenar.

La luz amarilla de las lámparas adornaban la habitación con un poquito de magia.

Siempre sintió magia a su lado.

Cuanto la había sufrido…cuanto la amaba.

Se acercó, la abrigó más; cubriendo sus pies, sus manos…el frio era terrible. Ella odiaba el frio, él no dejaría que lo sintiera.

Apagó la luz del cuarto, le gustaba sentir tranquilo la lluvia sobre las ventanas y pensar…solo eso, pensar…

Sebastián, su hijo, dormía tranquilo, cómodo con el armónico golpecito de las gotas.

¿Cuanto había pasado?…cuanto aun recordaba…tan claro.

Cristo se había encargado de todos los detalles de su vida...nunca podría terminar de agradecerle…

Tío Erwing!!!…gritaban Sebastián y Jorovimito, saltando cada vez que él traía a Diego ,su hijo para el clásico almuerzo de todos los sábados.

Erwing se había casado con una hermosa mujer, ella lo amaba muchísimo…

Ahora vivían todos en un edificio, Erwing en el piso 5, Gustavo en el piso 4 y Jorovimi papá en el piso 3…Iván se había mudado a Paris con toda la familia.

Lo mejor de todo era que las 4 familias habían encajado tan perfectamente que cada reunión sabatina era diferente y especial la vez.

El pensamiento volvió a la habitación…la reunión de ese sábado había sido increíble.

La volvió a mirar…tanto le gustaban los niños…había terminado agotada, jugó con los tres y con la ayuda de Adnil lograron hacer que todos se concentraran en el acto de títeres de aquella tarde.

-Te amo-le dijo casi en silencio-

La lluvia mojaba a Madrid, ahora con más fuerza.

Aquella noche habían tenido reservaciones para el teatro pero la lluvia lo canceló todo.

Al parecer todos dormían, arriba y abajo, ningún ruido.

Tío jorovimi era el cuentacuentos oficial de los tres pequeños…todos querían un cuento nuevo cada sábado por la noche antes de dormir.

Todos los sábados, las tres familias pagaban a una niñera para que cuidara de los niños mientras los padres salían, pero los pequeñines no se quedaban sin un cuento del tío.

Los domingos, todos a la iglesia…todos eran cristianos, Erwing había aceptado a Cristo 6 años antes de casarse, y con él, su esposa.

El trabajo ahora eran los pequeños…esa labor se la encargaron a Adnil…ella los quería a todos como si fueran sus hijos.

Los tres estudiaban en el mismo jardín.

Todo el resto, con horarios diferentes, siempre…siempre tenían un momento para reír en esas noches casi de ártico en un país que se había vuelto de a pocos su segundo hogar.

Otra vez estaba de pie en la habitación oscura de aquel sábado.

-No imagino el resto de mi vida sin ti…-recordó-cambiaste la mitad más oscura de mi alma con tu luz, con el color de la tuya, completaste aquella mi mitad perdida…y solo pudiste hacerlo tú…- estiró sus manos al agua de la catarata más bella de Australia y del agua tomó el anillo antes oculto entre sus dedos – ¿Te casarías conmigo? – dijo arrodillándose.

Aun lo recordaba…era de tarde, el sol a punto de perderse a lo lejos pintaba de naranja el cielo de aquel verano. Todo era verde alrededor y lleno de flores.

La lluvia se detenía de a pocos, a las 3 menos cuarto de la madrugada en un Madrid aun despierto.

¿Tan rápido se había ido el tiempo?... ¿tan lejos estaban de donde empezó todo?..Perú…

La navidad próxima volarían todos a Paris para visitar por tres días a Ivan, y después, en su avión privado, volarían las 4 familias al Perú.

Habían pasado tantos años juntos…y era casi seguro que la jubilación les llegaría el mismo día…

Bordeando los 35, Cristo les había dado la paz que solo Él sabia dar, esposas bellas, sencillas, amorosas, y todo lo que implicaba ser la compañera perfecta…un trabajo estable, una casa, unos niños hermosos que crecerían amando al Perú aunque lo conocieran poco y una familia que los extrañaba a la distancia, cruzando el Atlántico…a pesar de tanto tiempo, siempre estarían allí.

-Despierta papi!!,despierta papi!!- decía Sebastián cada sábado muy, muy temprano. Corría descalzo con todos sus dibujos de la semana, saltaba sobre nuestra cama, se arrecostaba en medio de los dos y comenzaba-

-ete es un lion-
-león-decía papá- le-ón
-lion- repetía

Sebastián gritaba al hablar…cada vez que hablaba, nadie lo paraba.

-Sebas, hijo, habla más bajito, que vas a despertar a mamá, está cansada-

Y Sebas giraba, se apoyaba sobre tu hombro, te daba un beso, acomodaba tu cabello, te cubría y te decía que te quería.

Ahora volvía a estar mirando las luces bajo sus pies, Madrid se veía bella de noche…aunque ruidosa…

Sus mejores amigos, a su lado, tantos años…y pensar que casi la amistad entre él y Erwing teminaria por una chica durante sus épocas de adolescencia….giró la cabeza para olvidar otra vez esas imágenes…ya no importaba…

Esbozando una sonrisa, recordó la primera palabra de Jorovimito.

Era un sábado, día de almuerzo, el alboroto era increíble…la bulla era incomprensible..el único que no hablaba era Jorovimito.

Sentado en su silla para comer parecía concentrarse en lo que diría…el acontecimiento…

-pá – dijó

El silencio devoró el ruido, todos atentos mirándolo le pedían con los ojos que lo repitiera, por favor.

-má – dijo

Adnil corrió a su encuentro.

¿Qué cosas vendrían?...se pregunto arrastrando su mente al presente…no quería saberlo…sabia que fuese lo que fuese, al lado de todos, todo, por más pequeño que fuese, seria especial.

Volvió a la cama…cerró los ojos y durmió.