miércoles, 29 de diciembre de 2010

algo de ayer

Hablaba la viejecita y hablaba mientras mi tía asentía, en catalán, y poco a poco, un paso atrás, dos, tres, decía con los pies que ya se iba. Por supuesto la historia de la anciana no daba señales de final por ninguna parte, más bien se entrelazaba con otra anécdota lejana que de pronto aparecía por allí, mira tú, como una revista vieja que sacas de un baúl, y cuyas páginas empiezas a hojear y dices, sí, era así, todavía me acuerdo. Así era la viejecita, y ahora estábamos en Perú, nena, vaig tenir por, nena. Fins i tot el guia ens va dir que mai, mai, mai, mai l'avió havia enganxat aquests tombs, així que jo ja no vaig pujar a Machu Picchu, m'ho vaig perdre, peró el meu marit sí que va ser, i tant... 

Mientras tanto yo, pensaba: qué tal memoria la vieja, aquí nos quedamos hasta que remonte hasta sus ochenta y pocos. Igual, como la cosa no era conmigo, solo de vez en cuando en que me miraba ella como diciendo: noi tu també em escoltas? Así que me paseaba por el local con la vista, paso adelante, paso atrás, sin alejarme mucho insolentemente, ni de mi tía, ni del discurso. Aquello era una tienda outlet y la ropa yacía apilada en varios montones sobre las mesas, en algunas cajas hacia el fondo, en colgadores, pero en general como quien dice allí la tenemos, no la vendimos en su momento y ahora hasta casi la regalamos. 

A simple vista los pantalones que vendían en ese local no eran gran cosa, y tenían pinta de que se iban a quedar allí toda la vida; hasta que llegaba mi tía y con buen ojo metía una mano entre el montón más insospechado y ¡toma! sacaba dos pantalones recontra chéveres, que yo decía magia. Preguntaba el precio, y la joven encargada decía: ya te lo miraré, July. Entonces me tocaba a mí mirar la prenda, recontra decidido, con cara de saber lo que quería. Sí, me gusta, me lo pruebo. Los probadores eran como los de El Virrey, o de La zona franca, en Trux. O sea, cortinas recontra sospechosas de transparencia y longitud mínima, bien justas. Ahora, saliendo el espejo, uno de cuerpo entero con la luz medida y recalculada lo justo para que los clientes se vieran papis, sin excepción. Yo también me vi papi, y por falacia, el pantalón también se vio papi. 
Me me lo llevo, dije, recontra papi, a la chica, que acostumbrada a este tipo de falacias luminosas, me asintió, mientras yo me regresaba hipsofacto al cambiador a ponerme mis viejos pantalones negros que ahora casi despreciaba.

Pero, bueno, estábamos en que Paquita se estaba pateando los andes con su marido. Y se me ocurrió desconectar un par de segundos. Cuando regresé al planeta, como quien dice, para ponerme al día del discurso, la anciana que de joven debió haber estado potable  (parénteisis para reírme de la expresión potable, jajaja, qué buena), decía, la anciana de ojos claros, ahora estaba parloteando de ropa. 

De pronto me vino el pensamiento que dio origen a toda esta entrada: ¡cómo me gustaría ser inconscienzudamente sincero, insensiblemente honesto!, y decirle: señora, déjeme informarle de que me está matando. De gravedad, me mata usted, y no me duele contárselo, porque, no se me angustie, una cosa es ser sincero y otra descortés. Sólo permítame abrirle el corazón y decirle que me urge desaparecer de su local, gracias. Por supuesto, por cortesía la seguiré oyendo todo lo que tenga que decir. Éntrele.

Y siguió hablando la desgraciada, a base de pura memoria cristalizada.

1 comentarios:

un_blues dijo...

M'agrada molt el teu català!

Doncs... em sap greu per la dona, perque poster tenia ganes de parlar amb algú!

Em va fer molta gràcia que usessis la paraula "papi" ... és tan ... llatino! jajajaa

Adeuciao

 
Template by: Abdul Munir