Depositaba un poco de sangre en un tazón sucio y bebía con amargura. ¿Qué lo había empujado a tener esa vida en el exilio? Era un piojo en una cabeza de calvo. Tenía su cabaña en aquella solitaria islita de cabellos negros y meditaba a diario sobre el motivo piojil de su existencia.
Era un piojo ermitaño, se había recluido, asqueado de la sociedad piojil, harto de sus orgías y excesos. ¡Oh, sí! Lo había visto ya muchas veces. Así lo narra:
Al principio eran solo unos pocos colonos los que llegaban a la cabeza de turno, en los albores de la comunidad. Pero los insensatos muy pronto se reproducían y antes de darse cuenta, legiones de piojos vivían y comerciaban en la nueva y efímera metrópoli. Entonces los días estaban contados, era cuestión de tiempo hasta que el anfitrión tomara consciencia de nosotros y emprendiera el exterminio. Primero atacaba nuestro espacio. Un buen día aparecían naves de metal inmensas en el cielo que depredaban nuestros bosques. Así sin previo aviso, los más jóvenes que, desafortunadamente, trepaban a esas horas las partes más altas, caían al vacío. Algunos lográbamos pegar un buen salto y nos sujetábamos de una rama resistente, entonces bajábamos y corríamos a casa a refugiarnos en nuestros escondites.
Muy pronto todo pasaba, venía la calma y salíamos a las calles a ver en lo que se había convertido nuestra comunidad. Muchos de los nuestros desaparecieron para no volver. Los llorábamos en silencio, conscientes de que ya no había tiempo para lamentarnos.
Segundo movimiento. Inundaciones químicas. Eran días y semanas de continuos embates y derramamientos de líquidos tóxicos sobre los restos de nuestra metrópoli. Para entonces a algunos ya nos parecía suficiente guerra. Durante esas últimas etapas, los más jóvenes de nosotros saltábamos en busca de otros rumbos, viajábamos a nuevas tierras en las cuales poder restaurar nuestra cultura. Atrás dejábamos a los más viejos, a los que habían crecido amando las antiguas tierras y, ante el inminente final, no hacían más que sentarse frente a sus puertas a esperar tranquilos a la muerte.
Nosotros no nos quedábamos para ver eso. Viajábamos, aventureros, emprendedores.
Un buen día yo me descubrí en una joven cabeza. Poca caspa, abundante cabello, las condiciones necesarias para la vida. Me instalé con discreción en una porción de bosque de trópico y viví con humildad. Pero, ¡Oh, qué desgracia! Poco tiempo pasó y descubrí que otra pareja de piojos colonos había descubierto mi nuevo mundo, e incluso que ya habían empezado a reproducirse. Nacían unos tras otros, se multiplicaban en razón geométrica como asquerosas pulgas.
Antes de darme cuenta ya tenía jovenzuelos merodeando de noche por mis tierras. Afortunadamente yo aún conservaba la vitalidad necesaria y salía en las madrugadas a darles caza. Mataba a cuatro o tres por noche, el resto huía. Cuánto me regocijaba con el ejercicio de defender lo que era mío. Lástima que muy pronto me veía superado en número. Cada vez eran más y ya no podía lidiar contra ellos. “Deja de matarnos y vive con nosotros. Enséñanos tu ciencia”. No pasaban muchos días y tenía que verme forzado a compartir mis dominios, a enseñarles a producir, a trabajar y vivir, siempre obligado, nunca por mi propio deseo.
Prosperaban, como siempre lo hacían. Siempre crecen y fundan pequeñas ciudades interconectadas, desarrollan medios de comunicación, arte y diversas manifestaciones culturales. Malditos ellos, se enriquecen y oprimen unos a otros, progresan maravillosamente y se jactan creyendo que reinventan la civilización. No saben que su florecimiento será su tumba. Sus vicios los matarán, sus excesos los borrarán del mapa. Porque al final el anfitrión se da cuenta.
En medio de la noche, en una de esas orgías de celebraciones por el día de San Piojo-Colono-Pionero, fundador ilustre; una extraña y gigantesca máquina aparece en el cielo y con largas placas de queratina remueve los edificios, las junglas tranquilas. Tiemblan todos ellos, sorprendidos en su lujuria y se ven corriendo en medio de la noche al refugio más cercano.
Me largo a la primera oportunidad que tengo, consciente del fin de aquella nueva civilización. Ellos se ríen y me dicen: “Está bien, vete si no nos conoces lo suficiente para darte cuenta de que nos sobrepondremos”. Es cierto, levantarán otra vez sus redes y edificios. Ya tienen incluso obreros trabajando en la reconstrucción del palacio general. Pero yo sé que esto no ha hecho más que comenzar.
Me hubiera gustado quedarme a verlos morir.
Sí, cuántas veces he visto repetirse esta historia. Tengo muchos años piojiles sobre mis espaldas, pero aún conservo la fuerza para vivir, el ímpetu necesario para salir a llenar mis alforjas con alimento y volver al final del día a reposar, sentado bajo el portal de mi cabaña. Estoy aquí en esta cabeza de calvo, autoexiliado, un piojo ermitaño en la lejanía donde no llegan las noticias de los míos. Vivo a mi gusto y en mis propias reglas, con lo justo para sobrevivir, sin hacer ruido, sin llamar la atención del humano.
Solo que cada noche, ¡ay! Cuando me recuesto en mi cama, cuánto añoro el calor de una jovenzuela loca y cariñosa. Pero miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no tengo a nadie a más que a mi mismo.
Entonces la desesperación me invade y busco vano placer en la bebida. Agoto mis reservas en la despensa y me quedo inconsciente hasta el otro día.●
Nuestro amigo el piojo despierta una mañana con resaca, tendido en su jardín. Ese día camina sin parar, recto hasta el norte, donde empiezan los cabellos cortos y en formas de duna. Mira al precipicio, a los ojos grandes como mares y a los párpados, pestañeando en milésimas de segundo. Hoy no tiene el valor para saltar, pero yo sé que, abrumado, algún día… algún día.
martes, 24 de marzo de 2009
El piojo resentido
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
ese viejo piojillo, me parece que ahora esta visitando la cabeza de un amigo melenudo, es definitivamente buena tierra, seguro en cualquier momento llegaran mas vecinos y pobre otra vez tendra q buscar hogar....
Pero el piojillo no tiene nombre... pobrecillo..>.<
pobre la vida de un piojo T_T no lo habiamos visto desde ese punto de vista jaja aunq en definitiva la vida solitaria, hasta para un piojo, no es agradable jeje. chvr la entrada =) bonita, muy bien narrada :D tQm
- ¿Pasará lo mismo con la tierra?
- Mmm...no.
- Uff...
- Ya está pasando u_u
uh! da mucho que pensar este texto...
Me ha enganchadado y me ha hecho pensar mucho... típico escrito de gatus!
Esto me ha hecho recordar a mis estudios de geografía... donde me tuve ke aprender la teoría de Malthus "las materias se regeneran aritméticamente mientras que las personas se reproducen d manera geométrica y pronto no habrán suficientes medios para satisfacer a toda una población" de hecho, es una teoría pesimista y capitalista! Ya que la manera de solucionarlo era el celibato para la gente mas pobre xDDD
Aunque creo que la idea principal es la interrelación del piojo y sus vecinos... mientras unos van avanzando, implantando edificios, avances tecnológicos, redes de comunicación y transporte (globalización, cof cof) los hay kienes prefieren vivir de una manera mas autóctona...
Puede que me haya ido por las ramas porque justamente estoy leyendo unos apuntos de este tema... pero a mi me ha dado ke pensar sobre esto :P
Acabaremos todos saltando hacia las pestañas ke vemos desde arriba!
KrN
PD: Me ha gustado bastante!
anónimo: sí pues, pobre piojito... y de qué amigo melenudo hablas?, digo, por aquí hay muchos melenudos (u_u).
Adnil: Es que este es un piojo raro, la mayoría le entra al juego de la sociabilidad, que está muy bien, pero él es diferente y tiene que pagar el precio de su filosofía... me has hecho pensar que capaz es emo... aunque no hay registros de que se haya hecho cortes a sí mismo o se cubra un ojo con el cabello.
Winger: le diste al clavo.
Krn: yo también me acuerdo de esa teoría y en parte tiene razón, no? la tierra camina a 20 km/h y nosotros vamos a más de 100.
Y también eso de que los que quieren vivir de una manera más natural, a la larga ya no van a poder. Mira las tribus amazónicas, un buen día despiertan y descubren que durante la noche les mocharon media selva. =S
pero los de la selva amazónica no tienen ke ir a una comisaria a acentar una denuncia y esperar diiiias diiiias y diiiias a que les den una respuesta, al día siguiente se hacen otra cabaña y tan felices...
En cambio nosotros sí... ke nos crean necesidad y nos vuelven dependientes :P
soy KrN xDDD
la pregunta es.......llegaría al suicidio, el piojo?? Llevando una vida así, pues.....pronto eh!
Publicar un comentario