lunes, 31 de enero de 2011

Los cuadernos de Ernaldo


05 de Enero de 2004

El jardín está durmiendo ahora, las flores blancas han caído y ya todo está en silencio. Mas, un murmullo es perceptible aún, una brisa ligera y fría se cierne sobre las hojas y las estremece. Está seco ahora. Ayer salió la señora y lo regó, entero, desde la flor más pequeña hasta la maleza más fuerte. Fue buen día. Me levanté y la vi, con su falda azul sucio y larga –con pliegues por todos lados-, y su lunar a la luz del sol, justo entre los dos ojos como si fuera una solterona hindú. Mariela se llama, y eso es casi todo lo que sé de ella, sólo algo más: come gatos.

Viene dejando un día desde que caí en cama. Limpia, lava, plancha, y tiende las camas. Cuida mucho del jardín…y claro, le gusta bañarme. Sus manos son ásperas, realmente, y cuando me frota todo, se siente como una piedra poma que desciende desde mis hombros hasta mis nalgas, y se queda ahí, jugando. Yo no le digo nada, me excita. Luego, me mira con una sonrisa en los ojos y continúa por el otro lado, directo de nuevo, asperamente, hacia mi falo. Se queda ahí, dejando un día.

Fue así que mi novia vino un día. Entró con su llave sin hacer ruido, trepó por los escalones en medias y nos sorprendió. Yo me di cuenta después, cuando encontré sus zapatos al pie de las gradas y la puerta de par en par, abandonada en sus goznes. Mariela sí la vio, borrosa a través de esa nube suya, o eso dice. Dice que se fue llorando, con las medias en una mano y la otra en la boca, y que en el último escalon se demoró, como si le costara respirar, pero se fue. Lástima.

Ya Mariela se encargará de la comida. Sólo tendré que tener cuidado con los gatos y sus manos ásperas.

Debo descansar.

Ernaldo

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07 de Enero de 2004

Esta noche desperté asustado. Lo primero que vi, después de cerrar los ojos, fue una niebla gris, caliente y pesada. Al principio no podía ver más allá de dos pasos, pero de pronto la niebla empezó a ceder y un cuerpo se dibujó, lentamente, al otro extremo de la habitación. Estaba de pie, desnuda y llorando, con tacones en la mano. Traté de avanzar, para poder descubrir su rostro, cuando me di cuenta: ¡la niebla me había robado las piernas! Grité, lloré, pero todo parecía tan ajeno que nada se inmutó, nadie hizo nada, yo era como un intruso odiado que se moría. Ella parecía no escucharme, lloraba también, pero en silencio. Hasta que en un grito toda la niebla desapareció y pude ver: Estaba en el baño, desnudo y entero. Y más allá, junto al lavabo, Mariela estaba derecha, rígida como una maleza descarada. Desperté justo después, cuando Roxana se acercaba, había levantado la cabeza y un gisante le saltaba de la frente, abrupto y arrugado. Nunca más volveré a dormir. ¿Quién me habrá deseado tanto mal como para soñar eso? ¡Dios, estoy enfermo!

Ernaldo

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ernaldo no solo cayo en cama, sino tambien en la lujuria.
Esos sueños, que no fueron suficientes con los raspones de Mariela?

 
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